Mínimum, el fiel servidor de Máximo, había seguido a su amo hasta su terrible destino. Peste había corrompido su mente, hasta convertirle en un ser sádico y amoral, y su brillante cerebro no era más que una amalgama de locura y maldad.
Mínimum observó su obra, un regalo para los Cuatro Jinetes. El guerrero definitivo yacía ante él. Carne y tecnología fundidas en uno. Fuerte y ágil como una docena de atletas. Neuronas conectadas a chips y procesadores lógicos. Órganos internos inagotables y células nanotecnológicas que absorbían y canalizaban la energía solar y la radiación. Ojos biónicos y posibilidad de hackear a distancia cualquier equipo o conectarse a cualquier red wifi...
El guerrero definitivo.
Para ahorrar años de aprendizaje, Mínimum había volcado torrentes y torrentes de información al cerebro de la criatura. Pero la locura y la maldad en un cerebro enfermo causan errores. Mínimum no había tenido en cuenta que entre tantos datos, había multitud de información inútil, obsoleta e innecesaria... técnicas de artes marciales se mezclaban con películas de serie B. El conocimiento tecnológico compartía archivo con la música del siglo 20. La lealtad a los Jinetes se mezclaba con la enciclopedia de cocina... Algo que podía causar la saturación, incluso, de un cerebro biónico...
Mínimum activó a su criatura mientras apenas contenía la excitación. Sería útil por fin a los Cuatro Jinetes...
La criatura abrió los ojos y comenzó a erguirse. Mínimum chilló de excitación y rió a carcajadas... hasta que la criatura habló:
-Hola. Me llamo Íñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. Prepárate a morir.
Mínimum no supo si sorprenderse más por la frase o porque su criatura acababa de arrancarle el corazón aún palpitante. Mientras caía al suelo, aún pudo escuchar a su criatura decir:
-Sayoonara, baby.
Y ahora, justo ahora, la criatura sale al mundo exterior. Respira el aire frío del invierno y dice en voz alta:
-Johnny, la gente está muy loca.
Continuará
sábado, 15 de diciembre de 2012
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