Nazgul, dijo el pequeño cabrón. Un crío que no levantaba un palmo del suelo, que no habría cumplido ni los trece años, acompañado de una cría pizpireta. Susurró Nazgul mirándome, lo leí en sus labios… y su amiga fijó también su mirada en mí...
Supongo que algo de razón tiene. Ahora no parezco más que un vagabundo encapuchado, embutido en un sucio abrigo gris, agazapado en las sombras del parque, cobijándome del frío… Pero antes era más. Mucho más que este montón de harapos.
Y si ese crío mirara más allá de las cicatrices que recorren mi cara, se encontraría con las verdaderas, las horrorosas cicatrices que decoran mi alma. Y entonces se daría cuenta de que el nombre Nazgul es una burla que se queda corta frente al auténtico horror…
Toso y escupo sangre. Puedo perderme en los recuerdos de mi vieja gloria, o puedo morir indignamente, o puedo intentar sobrevivir. Mis garras se clavan en la palma de mis manos.
Mi auténtico nombre es Hambre.
Y os he olido, niños…
Continuará
domingo, 2 de diciembre de 2012
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