-Señorita, me permito indicarle que tiene visita, se trata de...
-¡Lo que sea, Ambrosio! ¡Me da lo mismo quién sea! -gritó histérica Laurita- ¡Ahora no puedo!
Después de todo, Adrián había descubierto el mueble bar del salón y Laura estaba desesperada por apartarle de allí o sus padres tendrían más que palabras con ella.
Ambrosio entendió que la responsabilidad de atender a las visitas era suya. Por ello, dejó pasar a Alba y a su extraño acompañante con una gran sonrisa y completa educación.
-Su alteza, me permito informarle que están aquí la señorita Alba y el señor Arturo.
Sorprendida, Laura dejó por un momento a Adrián, quien se lanzó a por las botellas de whisky con más de 100 años de edad. La sorpresa dio paso a la ira.
-¿Qué haces tú aquí? ¡Espantajo! ¡Cerda! ¿Cómo te atreves a mancillar mi casita con tu presencia? ¿Y quién es el imbécil remendado que te acompaña?
-Tu reputación son las seis primeras letras de esa palabra -dijo de repente Arturo.
Alba y Ambrosio se quedaron blancos. Laura comenzó a temblar mientras una gigantesca tormenta comenzaba a formarse en el cielo.
-¡Acabbbog deg pillaglog! -chilló un gangoso Adrián- ¡Reeeepuuutaaa! ¡Ja, ja, ja... !
Y nuevamente comenzó a vomitar.
-Hay tres cosas que nunca vuelven -continuó hablando Arturo.
Un relámpago cruzó el firmamento.
En ese momento llegó Francisco al portal de Laurita. Alba y su acompañante habían entrado en la casa. ¿Debería él llamar e intentar entrar? Se quedó allí parado, pensando en qué sería lo correcto. ¿Qué habría ido a hacer Alba a casa de Laurita?
Hambre se relamió viendo al inocente Francisco a su alcance. Podría acabar con dos posibles futuros sabios de un sólo viaje...
Continuará
domingo, 30 de diciembre de 2012
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