Pruébame blogger!

Allí iba él, echo polvo caminando por la calle. Todo había ido de mal en peor; cuando parecía que al fin había recuperado algo de confianza por parte de ella, cuando parecía que volvían a poder hablar como personas civilizadas, cuando parecía que al fin podía empezar a pensar que habían sellado las paces y que volvían a ser amigos como antes, ella empezó a hablar de confianza. ¿Cómo podía hablar ella de confianza si siempre se la negaba a él? ¿cómo podía hablar de amistad si trataba a sus amigos como basura?. Siempre lo había ignorado, aún cuando él lo había dado todo por ella; siempre pasaba de él, y todo porque nunca confió, y en realidad nunca quiso ser su amigo. No entendía que pudiera decirle cosas que la hirieran, aunque fueran por su bien; no entendía que se preocupara por ella, al contrario, pensaba que la acosaba o vete tu a saber. Nunca quiso entenderle ni entender las cosas que hacía. Nunca comprendió que todo lo hacía por ella. Así que había decidido dejarla pasar. Había decidido evitarla, hacer lo mismo que ella había hecho con él, fingir que no existía para evitar sufrir por ella. Sin embargo, tras caer en el alcohol y recuperarse, justo cuando parecía que por fin iba dejando todo atrás, volvió a surgir ella. Al principio pensó que hablando con ella terminaría superándolo, así que volvió a caer en su juego. Ella solo lo quería como un pañuelo, estaba visto. Cuando empezaron a hablar de confianza y vio que todo lo que decía ella se alejaba tanto de la realidad que el conocía que simplemente quiso aclararle las cosas. No hubo manera, ella se enfurruñó, se volvió a meter en su caparazón y se puso a la defensiva, se enfadó y al final lo dejó colgado. La historia de siempre, pensó.

Sin embargo, ahora pensaba que él también tenía la culpa. Nunca debió dejarse arrastrar por ella. Caminando por la calle tras salir de trabajar pasó por delante de su casa. No pudo resistir la tentación de volver a hablar con ella en persona, poder volver a recuperar lo que una vez tuvieron. Tocó el timbre de su portal y le abrió. Su rostro se iluminó al pensar que igual todavía había esperanzas, que podía recuperar su amistad. Llegó hasta la puerta de su piso y golpeó suavemente con sus nudillos. Ella abrió; su rostro era feliz y apacible hasta que le vio allí de pie, y al momento se demudó en una cara que era mezcla de incredulidad, dolor y algo de miedo. Al momento cerró la puerta. En ese momento supe que nunca más volvería a verla. Se quedó allí un rato sin saber qué hacer ni que decir. Lentamente dio la vuelta y se alejó cabizbajo. Allí acababa una historia. Allí acababa un sueño. Allí acababa una vida que en algún momento pudo llegar a vivirse.

Tras la puerta, ella miraba como se alejaba por la mirilla. Apenada y entristecida tanto por la reacción del chico como por su reacción empezó a pensar de nuevo si realmente no sería culpa suya todo lo que le estaba pasando.