Sofía se encontraba como muchas tardes sola en su habitación. Estaba chateando con algunos amigos, sin nada mejor que hacer. El móvil empezó a vibrar sobre la superficie limpia y clara de la mesa, mientras la luz del atardecer se filtraba entre las rejas de la ventana. Se ocultaba el sol, comenzaba el ocaso, donde la actividad frenética del día se transformaba en ambiente y quietud de la noche.
Era un amigo suyo, charlaron distendidamente un rato en una animada conversación. Justo antes de colgar, mencionó que un chico de la universidad había sufrido un accidente y estaba muy delicado de salud en el hospital. Sofía se interesó en seguida por el tema y empezó a preguntarle. No hace falta describir el enorme shock con el que afrontó la noticia de que ese chico era aquel al que había dado con la puerta en las narices hacía ya un tiempo. No podía dar crédito a lo que oía. Ahora le parecía falsa la alegría que había sentido cuando tras superar un ligero sentimiento de culpabilidad se notaba liberada de ese peso que a veces tanto la ahogaba. Ahora todo le parecía extraño y absurdo al mismo tiempo. Creía que no deseaba verlo... pero ahora tenía claro que debía. ¿Todo ese tiempo se había estado engañando a si misma o era solo que le daba pena el que estuviera casi muerto?. Fuera como fuese, iría al hospital sin falta. Total, allí no estaba haciendo nada tampoco.
En en tranvía iba pensando en todo lo que habían pasado juntos. Ahora los problemas que habían tenido no le parecían tan graves, las razones que esgrimía para recordarse que lo odiaba le parecían simples excusas. Ya había llegado. Bajó y caminó el trecho de camino que había hasta el hospital. Consultó una nota donde había escrito la planta y el número de habitación; esperaba que aún estuviera en horario de visitas, o que al menos la dejaran colarse un ratito. Nerviosa cogió el ascensor y luego atravesó el pasillo hasta llegar a la puerta. La enfermera al verla se compadeció y la dejó pasar, no sin antes advertirle que se encontraba en una situación delicada y que necesitaba descansar, así que intentara no despertarlo.
Allí sentada delante de él volvió a mirar su cara. Tenía golpes y contusiones, los hematomas habían alterado algo su rostro, pero se dio cuenta de que hasta ese momento verdaderamente nunca lo había observado bien. Ahora le parecía incluso atractivo, cuando no hace demasiado tiempo no le dedicaba una sola mirada. Volvió a rondarle por la cabeza la idea de que quizá se había equivocado con él. De todo corazón deseó que se recuperara rápidamente. Quería volverlo a ver, quería hablar con él, quería entender qué es lo que los había separado, alcararlo, quería comprenderlo. Lentamente llevó su mano hasta la cara de él y lo acarició en la mejilla. El roce la mano contra su piel le produjo una rara sensación de sosiego, como quien acaricia a un animalito o a un bebé. Ya estoy aquí, no te preocupes, todo saldrá bien, te recuperarás; frases de este estilo rondaron por su cabeza mientras su mirada se humedecía salada y cálida y su mano bajaba por el brazo y asía la de él. Se estremeció al darse cuenta de que él la correspondía, y un escalofrío recorrió su espalda al ver lágrimas salir de aquellos ojos aún cerrados y notar como se le aceleraba el pulso. En un momento, empezó a agitarse y convulsionar, con su cara convertida en un rictus de dolor. Ella se asustó y llamó rápidamente a las enfermeras, y se puso a gritar histérica en medio del pasillo cuando a rastras se la llevaron de allí.
Era un día gris, con el cielo nublado. Se acercaba el ocaso, cuando la noche se merienda al día bocado a bocado, nublando los corazones alegres y llenándolos de melancolía. De entre las personas que habían acudido al entierro, una se acercó a Sofía.
-Hola. Tu debes ser Sofía- dijo.
-Si- contestó Sofía en medio de una mueca de dolor.
-¿Por qué te sientes culpable?- interrogó aquella mujer.
-He perdido un amigo- balbuceó.
-Lo habías perdido mucho antes.
-Nunca lo entendí hasta ayer. Siempre había sido bueno conmigo. Nunca entendí su sinceridad; siempre me pareció agresiva y falta de tacto.
-Lo sé, a veces es difícil. Soy la mejor amiga suya, a veces lo sufría, pero nunca lo hacía para mal. Y me lo contaba todo. No intento acusarte de nada, aunque lo trataste a la patada, y tu lo sabes. Pero de esto no tienes culpa, esto fue un accidente. Simplemente nunca te debieron dejar entrar a verlo estando tan mal.
-¡Si que la tengo!. Cuando sintió que era yo quien estaba a su lado, terminé de partirle el corazón.
Las lágrimas brotaron de su cara al soltar estas últimas palabras, y llevándose las manos a la cara para ocultar su dolor, cayó de rodillas sobre el suelo frío. La gente que tenía alrededor se apiadó de ella y se decían unos a otros que la chica debía de haberlo querido mucho. La mejor amiga de aquel chico se alejó cabizbaja pensando en esa paradoja. En las veces que desesperado había acudido a ella, a las veces que él la ayudó en sus cosas, en las veces que frustrado porque no podía ayudar o hacerse entender por Sofía se encerraba en si mismo buscando respuestas. En que si estos sentimientos que ahora surgían de aquella chica los hubiera descubierto meses antes quizá hubieran sido la pareja más feliz del mundo. Conociendolo como ella lo conocía, sabía que hubiera dado cualquier cosa porque así fuera.
Sin embargo no pudo dejar de sentir una gran punzada de dolor, por que por muchos esfuerzos que dedicó intentando convencer a aquel chico de que aquella relación nunca fructificaría, nunca pudo salvarlo del todo del negro agujero del desamor y la desesperación. Él nunca le entendió que con aquella chica no iría a ningún lado, nunca quiso aceptar su consejo por muchos reveses que se llevara. Ahora llevaba rabia e impotencia con su dolor, pues cuando por fin aquella chica le había hecho caso, había sido demasiado tarde para él. Y que por otra parte, si le hubiera hecho caso en su día, quizá ahora estaría vivo. Era su mejor amigo, y sabía que él siempre sufría más por aquella chica que por si mismo. Cada discusión, cada pelea, era una sesión de tortura para él, se echaba las culpas de todo encima aunque no las tuviera, asumía los errores y malentendidos de aquella cría como meteduras de pata suyos. Aunque ahora no lo tenía cerca, seguía sintiendo su dolor. Solo se animaba un poco al pensar que la cosa que más la desesperaba era a la vez era lo mejor que le podía haber pasado. El que a partir de entonces, él podría por fin descansar en paz.
Era un amigo suyo, charlaron distendidamente un rato en una animada conversación. Justo antes de colgar, mencionó que un chico de la universidad había sufrido un accidente y estaba muy delicado de salud en el hospital. Sofía se interesó en seguida por el tema y empezó a preguntarle. No hace falta describir el enorme shock con el que afrontó la noticia de que ese chico era aquel al que había dado con la puerta en las narices hacía ya un tiempo. No podía dar crédito a lo que oía. Ahora le parecía falsa la alegría que había sentido cuando tras superar un ligero sentimiento de culpabilidad se notaba liberada de ese peso que a veces tanto la ahogaba. Ahora todo le parecía extraño y absurdo al mismo tiempo. Creía que no deseaba verlo... pero ahora tenía claro que debía. ¿Todo ese tiempo se había estado engañando a si misma o era solo que le daba pena el que estuviera casi muerto?. Fuera como fuese, iría al hospital sin falta. Total, allí no estaba haciendo nada tampoco.
En en tranvía iba pensando en todo lo que habían pasado juntos. Ahora los problemas que habían tenido no le parecían tan graves, las razones que esgrimía para recordarse que lo odiaba le parecían simples excusas. Ya había llegado. Bajó y caminó el trecho de camino que había hasta el hospital. Consultó una nota donde había escrito la planta y el número de habitación; esperaba que aún estuviera en horario de visitas, o que al menos la dejaran colarse un ratito. Nerviosa cogió el ascensor y luego atravesó el pasillo hasta llegar a la puerta. La enfermera al verla se compadeció y la dejó pasar, no sin antes advertirle que se encontraba en una situación delicada y que necesitaba descansar, así que intentara no despertarlo.
Allí sentada delante de él volvió a mirar su cara. Tenía golpes y contusiones, los hematomas habían alterado algo su rostro, pero se dio cuenta de que hasta ese momento verdaderamente nunca lo había observado bien. Ahora le parecía incluso atractivo, cuando no hace demasiado tiempo no le dedicaba una sola mirada. Volvió a rondarle por la cabeza la idea de que quizá se había equivocado con él. De todo corazón deseó que se recuperara rápidamente. Quería volverlo a ver, quería hablar con él, quería entender qué es lo que los había separado, alcararlo, quería comprenderlo. Lentamente llevó su mano hasta la cara de él y lo acarició en la mejilla. El roce la mano contra su piel le produjo una rara sensación de sosiego, como quien acaricia a un animalito o a un bebé. Ya estoy aquí, no te preocupes, todo saldrá bien, te recuperarás; frases de este estilo rondaron por su cabeza mientras su mirada se humedecía salada y cálida y su mano bajaba por el brazo y asía la de él. Se estremeció al darse cuenta de que él la correspondía, y un escalofrío recorrió su espalda al ver lágrimas salir de aquellos ojos aún cerrados y notar como se le aceleraba el pulso. En un momento, empezó a agitarse y convulsionar, con su cara convertida en un rictus de dolor. Ella se asustó y llamó rápidamente a las enfermeras, y se puso a gritar histérica en medio del pasillo cuando a rastras se la llevaron de allí.
Era un día gris, con el cielo nublado. Se acercaba el ocaso, cuando la noche se merienda al día bocado a bocado, nublando los corazones alegres y llenándolos de melancolía. De entre las personas que habían acudido al entierro, una se acercó a Sofía.
-Hola. Tu debes ser Sofía- dijo.
-Si- contestó Sofía en medio de una mueca de dolor.
-¿Por qué te sientes culpable?- interrogó aquella mujer.
-He perdido un amigo- balbuceó.
-Lo habías perdido mucho antes.
-Nunca lo entendí hasta ayer. Siempre había sido bueno conmigo. Nunca entendí su sinceridad; siempre me pareció agresiva y falta de tacto.
-Lo sé, a veces es difícil. Soy la mejor amiga suya, a veces lo sufría, pero nunca lo hacía para mal. Y me lo contaba todo. No intento acusarte de nada, aunque lo trataste a la patada, y tu lo sabes. Pero de esto no tienes culpa, esto fue un accidente. Simplemente nunca te debieron dejar entrar a verlo estando tan mal.
-¡Si que la tengo!. Cuando sintió que era yo quien estaba a su lado, terminé de partirle el corazón.
Las lágrimas brotaron de su cara al soltar estas últimas palabras, y llevándose las manos a la cara para ocultar su dolor, cayó de rodillas sobre el suelo frío. La gente que tenía alrededor se apiadó de ella y se decían unos a otros que la chica debía de haberlo querido mucho. La mejor amiga de aquel chico se alejó cabizbaja pensando en esa paradoja. En las veces que desesperado había acudido a ella, a las veces que él la ayudó en sus cosas, en las veces que frustrado porque no podía ayudar o hacerse entender por Sofía se encerraba en si mismo buscando respuestas. En que si estos sentimientos que ahora surgían de aquella chica los hubiera descubierto meses antes quizá hubieran sido la pareja más feliz del mundo. Conociendolo como ella lo conocía, sabía que hubiera dado cualquier cosa porque así fuera.
Sin embargo no pudo dejar de sentir una gran punzada de dolor, por que por muchos esfuerzos que dedicó intentando convencer a aquel chico de que aquella relación nunca fructificaría, nunca pudo salvarlo del todo del negro agujero del desamor y la desesperación. Él nunca le entendió que con aquella chica no iría a ningún lado, nunca quiso aceptar su consejo por muchos reveses que se llevara. Ahora llevaba rabia e impotencia con su dolor, pues cuando por fin aquella chica le había hecho caso, había sido demasiado tarde para él. Y que por otra parte, si le hubiera hecho caso en su día, quizá ahora estaría vivo. Era su mejor amigo, y sabía que él siempre sufría más por aquella chica que por si mismo. Cada discusión, cada pelea, era una sesión de tortura para él, se echaba las culpas de todo encima aunque no las tuviera, asumía los errores y malentendidos de aquella cría como meteduras de pata suyos. Aunque ahora no lo tenía cerca, seguía sintiendo su dolor. Solo se animaba un poco al pensar que la cosa que más la desesperaba era a la vez era lo mejor que le podía haber pasado. El que a partir de entonces, él podría por fin descansar en paz.
3 comentarios:
Al final va a ser verdad que nunca sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos (o estamos a punt de ello).
Demasiado triste.
No me gusta este final, prefiero los de fueron felices comieron perdices :(
Por cierto ¿nos va a dejar a Sofía con el corazón vacío o habrña másentregas? Me esta enganchando la historia...
Saludos.
Que mal he escrito el mensaje anterior...
En realidad pensaba matar a Sofía, pero no pude :D, así que inventé este otro final. La idea era terminar con esto, pero se puede seguir con más relatos. Al fin y al cabo, todo esto gira en torno a ella.
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