...es esa puta que va vestida de verde, como diría el makinavaja. Amigos, proyectos, dinero, sueños, amor e ilusiones. Todos vienen con esperanza y cuando nos abandonan, los perdemos, fallamos o nos alejamos nos dejan vacíos y carentes de fuerza. Angustiados, sin objetivos, sin metas, sin ánimo, sin ganas de luchar y salir adelante. Solos. La esperanza nos torea, cuando peor estamos parece que le da alas a los demás para que todo aquello con lo que nos comparemos parezca más lejos, más brillante, más valioso... todo aquello que se nos niega y así, envidiosos, maldiciendo nuestra suerte y derrotados, caemos al vacío. Nos dejamos arrastrar a la oscuridad, a la profundidad más desconsolante sin ofrecer apenas resistencia. Nuestra alma no vale, no sirve, no pesa, no da calor, nuesrta moral, nuestra educación, nuestras creencias ya no nos valen, no nos orientan, no nos dan apoyo. No podemos sacar en claro nada, nuestra vida es un amasijo confuso de cosas que pierde el menor sentido, donde solo tenemos claro que somos la pura imagen del fracaso, que tras tantos años todo ha terminado de la peor manera posible. En las tinieblas nuestros ojos se van acostumbrando a la ceguera, nuestro cuerpo se entumece de la humedad y el frío, nuestras manos se arrugan y se ensucian al tacto del barro y se raspan al contacto con la piedra de los muros que nos rodean. Desesperados no encontraremos una salida que no buscamos y solo pensamos irracionalmente sobre nuestros miedos y nuestras debilidades. Poco a poco asumimos nuestro estado, ignoramos aquellas cosas que nos impulsan a alzar la vista y ver donde está la salida.
Y sin embargo...
...y sin embargo siempre hay esperanza. No es tan esquiva, no es tan mala, no se vende ni se alquila, como hubiéramos esperado. Siempre sucede algo, siempre llega alguien, siempre pasa alguna cosa, siempre recuperamos el sentido. Quizá es un pequeño brillo que nos molesta a la vista que no sabemos que es y llama nuestra atención. Quizá es algún sonido que nos recuerda la libertad en la superficie. Quizá es la llamada de un amigo que nos busca. Entonces miramos arriba, hacia lo alto del pozo. Los ojos duelen ante el brillo de la luz del sol o se asombran ante el tililar de las estrellas o el perfíl de la luna. Poco a poco vamos anhelando más y más volver a la superficie. Sacamos fuerzas de flaqueza, ignorábamos que aún nos quedara algo con lo que poner en movimiento nuestro cuerpo. Ganamos confianza y nos aferramos a una piedra que sobresale. Palpando encontramos otro asidero. Probamos a izarnos, y aunque nos cuesta empezamos la lenta, dura y dolorosa subida. Flaqueamos. Siempre flaqueamos, pero ahora ya no nos damos por vencidos. Hemos hecho más de lo que pensamos que podríamos hacer y eso nos da ánimo donde antes no había nada. Esperanza. Paladeamos esa palabra que antes nos era tan ingrata. ¿Es posible que podamos lograr salir del pozo? ¿podremos volver a sentir la suave brisa, volver a disfrutar del dulce tacto de las hojas y el calor del sol?. Escurriendo el agua del fondo, una oscura figura poco a poco va escalando. Se ha resbalado en las piedras traicioneras, pero ahora se aferra a cada una con una fuerza inusitada. Alguna está floja y cede al intentar agarrala, arrojando a la figura de nuevo al fondo en una dolorosa caída. Pero ahora no se rinde, se recupera y vuelve a escalar de nuevo. Cada vez con más ímpetu, el tener cada vez más cerca la boca del pozo le da una determinación que antes no tenía, un objetivo, una misión que cumplir, un pequeño pero decisivo paso en la vida. Unas manos sangrantes llenas de cortes y abrasadas de los roces, doloridas, magulladas, se agarran desesperadamente. Las últimas piedras, los últimos momentos de sufrimiento, el final de una etapa. El cuerpo logra salir a la superficie. Lo ha conseguido. Es libre de nuevo. Quizá en un momento todo parecía acabado, pero siempre quedó la esperanza. A veces nos la juega, pero en el fondo es lo único que tenemos y aunque lo parezca, nunca nos abandona.
Va para ti Merce.
Y sin embargo...
...y sin embargo siempre hay esperanza. No es tan esquiva, no es tan mala, no se vende ni se alquila, como hubiéramos esperado. Siempre sucede algo, siempre llega alguien, siempre pasa alguna cosa, siempre recuperamos el sentido. Quizá es un pequeño brillo que nos molesta a la vista que no sabemos que es y llama nuestra atención. Quizá es algún sonido que nos recuerda la libertad en la superficie. Quizá es la llamada de un amigo que nos busca. Entonces miramos arriba, hacia lo alto del pozo. Los ojos duelen ante el brillo de la luz del sol o se asombran ante el tililar de las estrellas o el perfíl de la luna. Poco a poco vamos anhelando más y más volver a la superficie. Sacamos fuerzas de flaqueza, ignorábamos que aún nos quedara algo con lo que poner en movimiento nuestro cuerpo. Ganamos confianza y nos aferramos a una piedra que sobresale. Palpando encontramos otro asidero. Probamos a izarnos, y aunque nos cuesta empezamos la lenta, dura y dolorosa subida. Flaqueamos. Siempre flaqueamos, pero ahora ya no nos damos por vencidos. Hemos hecho más de lo que pensamos que podríamos hacer y eso nos da ánimo donde antes no había nada. Esperanza. Paladeamos esa palabra que antes nos era tan ingrata. ¿Es posible que podamos lograr salir del pozo? ¿podremos volver a sentir la suave brisa, volver a disfrutar del dulce tacto de las hojas y el calor del sol?. Escurriendo el agua del fondo, una oscura figura poco a poco va escalando. Se ha resbalado en las piedras traicioneras, pero ahora se aferra a cada una con una fuerza inusitada. Alguna está floja y cede al intentar agarrala, arrojando a la figura de nuevo al fondo en una dolorosa caída. Pero ahora no se rinde, se recupera y vuelve a escalar de nuevo. Cada vez con más ímpetu, el tener cada vez más cerca la boca del pozo le da una determinación que antes no tenía, un objetivo, una misión que cumplir, un pequeño pero decisivo paso en la vida. Unas manos sangrantes llenas de cortes y abrasadas de los roces, doloridas, magulladas, se agarran desesperadamente. Las últimas piedras, los últimos momentos de sufrimiento, el final de una etapa. El cuerpo logra salir a la superficie. Lo ha conseguido. Es libre de nuevo. Quizá en un momento todo parecía acabado, pero siempre quedó la esperanza. A veces nos la juega, pero en el fondo es lo único que tenemos y aunque lo parezca, nunca nos abandona.
Va para ti Merce.
2 comentarios:
Bueno, no tengo palabras. Simplemente darte las gracias de todo corazón, y espero que esto que dices te ayude a ti también y a todos tus lectores en los momentos difíciles en los que parece que todo se pierde.
Un abrazo
Pues yo si tengo algunas: ¡un abrazo fuerte y sigue peleando!
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