Ambrosio observó la cabeza con emoción insana. No esperaba que sus enemigos hubieran podido escapar de sus trampas, pero la jaula sanguijuela había hecho parcialmente bien su trabajo, y nuevas energías mágicas recorrían todo su ser. Codicia recubría su cuerpo como un viscoso simbionte de color negro, y era hora de ampliar su colección.
La cabeza de Hambre miraba al antiguo mayordomo con odio. Le hubiera gustado decir muchas cosas, pero entre la pérdida de sus dientes y las muchas patadas que había recibido, el antiguo jinete del Apocalipsis no podía casi ni farfullar.
La negra brea de Codicia se apartó para dejar a la vista el pecho desnudo del mayordomo. Ambrosio gritó mientras desgarraba con sus propias manos su carne, fracturando de un golpe el esternón, y arrancando su propio corazón de cuajo.
Ambrosio levantó su mano derecha con su corazón en ella, y agarró la cabeza de Hambre con la izquierda. Después, con un veloz movimiento, encajó la cabeza de Hambre en el hueco de carne. Mientras Codicia volvía a cubrir el pecho de Ambrosio, dejando a Hambre aprisionado, el mayordomo devoró su corazón aún palpitante.
-Si esta escena os ha parecido asquerosa -murmuró Ambrosio a un público imaginario, como si creyera que era el protagonista de un relato y algún lector estuviera leyéndolo-, debéis saber que en vuestra infancia lo hacíais a menudo, pero lo llamabais de diferente manera. Yo soy el muñeco de acción, y la cabeza de Hambre es la pila. Así que no me vengáis ahora con remilgos, ¿entendido?
Continuará
miércoles, 13 de marzo de 2013
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