-¡Que sí, que sí! -chilló Adrián-. ¡Quesssto lo he visto yo y funsssiona!
Adrián vació la botella de grog sobre la puerta enrejada. Una simple gota cayó sobre los barrotes. Se escuchó un siseo cuando la gota disolvió una ínfima cantidad de metal.
-¿Una gota? ¿Y el resto?
-Melobebíporelcamino... essstá claro...
-Lo mato.
Cuando terminaron de abofetear a Adrián (gracias a sus poderes de buena suerte, las leches sólo le cayeron de refilón), todos los reunidos comenzaron a pensar cómo abrirían la dichosa puerta.
Y una idea apareció...
Rebeca no terminaba de creerlo. La idea de por sí era absurda, pero...
-¡Buah! ¡La criaja está atorada del todo! ¡Bastante si conserva la cabeza!
(ruido de metales)
-¡Buah! ¿Quién construyó esto? ¡Esto es una chapuza! Va a haber que abrir...
(ruido de martillo)
-¡Buah! ¡Esto ya está!
(ruido embriagador de libertad)
Rebeca miraba boquiabierta. Al final, la idea de llamar a un cerrajero había sido decisiva... estaba convencida de que si Arturo estuviera presente, haría un comentario sobre cuando los hombres llevaban medias.
-¡Buah! Por el trabajo, el material, el plus por llamar a horas intempestivas, desplazamiento, junto con el plus de bajar a las cloacas y trabajar en un ambiente insano... ¡son tropecientosmilquinientosmuchos euros!
Todos miraron al cerrajero, se miraron entre ellos y volvieron a mirar al cerrajero.
-Rebeca, paga tú, que yo es que no tengo suelto ahora mismo -se escuchó la voz de Raoul.
Continuará
lunes, 4 de marzo de 2013
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