En ese instante, Fran recordó lo que habían hablado momentos antes de que Raoul partiera y pensó rápidamente en cómo hacía normalmente para meterse en sus propias historias cuando fantaseaba, buscando la manera de detener aquella locura y escapar con Alba. La cogió de la mano e imaginó follaje para facilitar a todos que se ocultaran y la arrastró lejos del peligro, tras unos matojos. Alba se dio cuenta y se dejó llevar, sonriendo feliz pensando en que por fin su caballero había llegado para rescatarla. Una vez escondidos y a salvo, se juntaron, se abrazaron y por fin, se besaron... y Fran perdió el control de sus poderes (o más concretamente, el resto le importaba tres rábanos fritos).
Mientras para ellos el tiempo se detenía y todo pasaba alrededor como un suspiro, sin molestarlos ni interrumpirlos, a los demás les empezaron a pasar cosas raras. Casi todos se habían sorprendido al principio al encontrarse de repente en medio de una espesa vegetación, que al momento aprovecharon de maneras distintas. Zoe y Mel, que se habían quedado un tanto atrasadas, aprovecharon para vestirse un poco y colocarse algo de protección y armarse. Raoul se escabullía como podía del sable de Guerra, que era grande y terrible, y relucía y brillaba como si hubiera sido limpiado a conciencia recientemente. Tras un árbol que había surgido de la nada, Raoul hiperventilaba lo más silenciosamente posible, mientras guerra hendía su sable en todos los rincones oscuros que veía con la esperanza de horadar a su rival. Arturo, maravillado ante tanta magnificencia, se dedicaba a catalogar las especies vegetales mientras preparaba una ensalada y soltaba imprecaciones a los políticos y cantaba. Ni Arguiñano, oiga.
En un momento dado, todo cambió. Primero, el árbol tras el que se guarnecía Raoul desapareció, dejándolo sin protección. Para más inri, su uniforme se transformó en un tutú rosa y sus armas en flores. Arturo se dedicaba a correr tras las mariposas, a Zoe le había aparecido un pequeño pony azul celeste con pelo rosa, un arcoiris en los costados y brillantinas y a Mel le había cambiado el vestido por el traje de noche rosa de la cenicienta. Guerra, que por fin había descubierto a su enemigo y lo había
acorralado, se vio sorprendido cuando vio cubiertas sus partes con un
bañador de elefante, con trozos de tela con una oreja dibujada a los
lados y una trompa alargada, que le vino muy bien para enfundar el sable
al que en la punta le había salido un lacito, también de color rosa. Sonriendo amenazante y tomándose su tiempo, haciendo crujir sus nudillos se iba acercando; quería hacerlo despacio y bien, sin prisas, divirtiéndose todo lo posible. Tenía cuentas pendientes con Raoul y pensaba cobrarse con creces, y si bien Guerra no daba tregua nunca, al menos luchaba con honor y sabía que con su arma en las manos no estaban en igualdad de condiciones.
En ese momento, hubo otro flash y estaban los cuatro atravesando el mar a toda velocidad, al fondo un paisaje de playas. A Arturo le había crecido una aleta dorsal y cortaba el agua a toda velocidad, dando vueltas cerca de la lancha. Raoul iba conduciendola y remolcaba al trío conformado por Guerra, Zoe y Mel que intentaban aferrarse con la mayor fuerza posible a la cuerda el primero y hacían acrobacias y figuras espectaculares sobre el agua las otras dos. Otro cambio raro sucedió justo cuando Raoul estaba cortando con una sonrisa vengativa la cuerda de un aterrorizado Guerra, cuya mente intentaba huír del terror del ahogamiento y los tiburones pensando en los buenos momentos pasados en el mar (¿desde cuando se hace la guerra en el agua? ¡nunca! ¿quién necesita nadar? ¡si mueres que sea destripando corsarios en la proa de un barco! ¡caer al agua y hundirse con el barco es para los demás! Jajajaja, que buenos tiempos con aquel zorro de mar del barbachunga...).
Ahora estaban en un parque de atracciones, pero como contagiado por los pensamientos de Guerra, eran atracciones basadas en el mundo pirata. Habían tesoros, habían bucaneras, un loro metálico cantando canciones de los Beach Boys, un barman en su taberna escupiendo en un vaso para limpiarlo y un siniestro pirata demonio zombie con las barbas ardientes. Éste, más que a gusto con su nueva apariencia enfiló hacia el barman sable en mano cuando de repente hubo otro flash y su aspecto cambió de nuevo en un mono enorme con corbata y el plátano en la mano. Enfadado, este apaño de Donkey Kong estrujó el plátano estratégicamente hasta que salió el contenido disparado de la cáscara directamente hacia el barman, que lo esquivó como pudo porque tenía una pata de palo que no estaba acostumbrado a usar. En pleno ataque de furia, el gran mono bramó y empezó a arrojar los barriles de grog que tenía a mano, que un rehabilitado barman al que le había crecido una pierna y le había salido bigote estaba saltando como podía.
Estaba siendo engañado con una tosca ilusión mental y tenía que acabar con aquello. Se concentró y rompió la ilusión bruscamente, tanto que sacó a los tortolitos de su mundo y los puso de repente a la defensiva, como si sus padres los hubieran pillado... estudiando... muy tarde... juntos... sin apuntes... en la bañera... porque hacía calor y eso y si abrían las ventanas hacían corriente.
En ese momento, una horda de esqueletos se izaron y rodearon a muerte, que en principio había hecho esfuerzos por romper la nueva ilusión que no era tal y ahora se encontraba repartiendo estopa con evidente cabreo, pues los esqueletos no sangran y aunque débiles son muy cabezotas y persistentes, cosas que tiene el no sentir dolor. Y esas eran cosas que Guerra odiaba, donde estuvieran las tripas, los lamentos y las súplicas...
Mientras, el grupo se reunía y se retiraba para reorganizarse y cambiar el plan de batalla...
Mientras, el grupo se reunía y se retiraba para reorganizarse y cambiar el plan de batalla...
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