La naginata de Rebeca trazó un grácil surco en el aire, trabó las piernas de Laura y la hizo caer de bruces a la alcantarilla abierta.
Chillidos histéricos retumbaron en las profundidades.
-¡Iiiiihhh! ¡Ratas! ¡Muchas ratas! ¡Iiiiiiihhhh! ¡Y mierda! ¡Mucha mierda! ¡Iiiiih!
Rebeca resopló. Estaba hasta las narices de su grupo y ni siquiera había empezado la misión. Agarró el inerte cuerpo de Adrián (que estaba durmiendo la mona) y lo lanzó al maloliente agujero negro. Luego se dirigió al mayordomo.
-Ambrosio, no es necesario que hagas esto.
El espigado mayordomo, ataviado con casco y chaleco antibalas, con un sudario de protección mágica enganchado a sus hombros, el amuleto de defensa -5 CA que pesaba ocho kilos colgando de su cuello, ropa reforzada, y dos bandoleras con una escopeta recortada, un cuchillo de caza, munición y equipo de supervivencia... todo ello, según él, "para estar a la altura". La realidad era que apenas podía moverse.
-Le agradezco la intención, pero debo atender a la señorita Laura, independientemente de cuales sean las circunstancias. Me han contratado para ello.
Y Ambrosio dio un paso al frente, cayendo a la alcantarilla.
Rebeca repasó su equipo. Se suponía que las cloacas eran el cubil de uno de los Jinetes. Pero no estaba segura de cual de ellos...
-¡Iiiiiihhhh! ¡Lo juro! ¡Lo juro! ¡He visto un cocodrilo! ¡Iiiiihhh!
Rebeca suspiró. Tenía la intuición de que esta sería la misión más difícil de su vida. Y no sólo por los peligros...
Con un gruñido de fastidio, se dejó caer a la cloaca.
Continuará
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