Guerra seguía meditando qué nombre ponerse, un tanto azorado porque toda su vida había consistido en guerrear (y eventualmente saquear y violar) y ahora de repente se daba cuenta de que había muchas cosas que no dominaba muy bien. Le había costado bastante cogerle el puntillo a la vida moderna. Para empezar, de siempre había odiado las armas de fuego y no entendía cómo se podían hacer guerras sin que no rodara ni una cabeza, todo a base de balazos y bombas; eso de no mancharse de sangre ajena no era lo suyo. Tampoco entendía ni la guerra química, ni la guerra bacteriológica, ni la nuclear, y ya cuando se hablaba de guerras económicas o que una persona podía acabar con un país rompiéndole un ordenador desde el otro lado del mundo se ponía completamente enfermo ¿qué clase de mérito tenía eso? ¿dónde quedaba aquello del honor, de la supervivencia del más fuerte y esas cosas? así no era divertido, y realmente Guerra veía que se le acababan sus tiempos de gloria, ya no se sentía realmente motivado como antes. Y ahora... dos chicas le estaban aguantando ya más de 6 horas. Nunca nadie había querido estar tanto tiempo con él. Y además eran tan... y tenían unos cuerpos... y usaban las armas de una manera... en otras palabras: Guerra se estaba enamorando. Sumándolo todo, un pensamiento extraño pero a la vez muy tentador llevaba ya unas horas rondando por la cabeza... ¿y si...? ¿les gustaré? ¿tendré alguna oportunidad?...
Un hecho inesperado le hizo volver a la realidad y descarrilar el tren de sus pensamientos. O más bien al contrario, cambiar el tren por un Maglev y mandarlo a toda velocidad a su destino. Las dos chicas se acercaron contoneándose, con sus trajes ya bastante destrozados y hechos jirones por la batalla, pero ahora parecía que los trozos se habían arreglado y adecuado para parecer muy sexys, dejando entrever cosas y tapando estrategicamente algunas otras cosas. Una se había limpiado y acicalado el pelo de manera coqueta hasta casi parecer que no había siquiera entrado en combate y le miraba traviesa; la otra con el pelo revuelto y gesto duro y decidido le miraba salvaje. Guerra se quedó patidifuso hasta que reaccionó recuperando la compostura. Se puso a recordar todo aquello que viera y viviera en el pasado que pudiera ayudarle e hizo mentalmente un curso de seducción express. Su gesto cambió de repente de tonto pringadillo a Pose Clint Eastwood™, lo cual pareció agradar sobremanera a aquellas dos fabulosas hembras.
Un par de tejados más allá, un gato observaba la situación despreocupado.
-Me ha costado más de tres horas, pero al final he podido atontar a esos tres sin que se dieran cuenta. Sinceramente, pensaba que me costaría más, pero esta generación no parece muy resistente a los ataques mentales, tendré que anotarlo por ahí. Neutralizado Guerra y usando sólo a dos de los doce, no está mal. Ahora a por los otros...
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