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jueves, 29 de septiembre de 2011

Un día de faena

Sol, calor, sudor mezclado con el polvo que levantan las pisadas. Tierra que se pega al cuerpo y evita la transpiración hasta que se satura y se forman grandes gotas, más que usualmente, y caen como lágrimas, fiel reflejo del esfuerzo que supone el trabajo. Las hojas de cada parra refulgen en verdor ante el brillo dorado del astro rey en pleno mediodía. La leve brisa juega con ellas y permite un momento de descanso a los jornaleros. Los racimos, en general echados a perder por una maduración fuera de fecha debido a la mala climatología, despiden ese olor fuerte y penetrante del zumo de uva avinagrado, en vías de fermentación y de pudrición. El jornalero se agacha y descubre un racimo oculto por las hojas y se dispone a cortarlo, con cuidado para no estropearlo, para sacarlo de una pieza. Este es bueno, está sano salvo por algunas uvas picadas por moscas de la fruta, o alguna abeja o avispa sedienta. Con cuidado retira aquellas que están en mal estado, verdes o estropeadas y echa el racimo en la cesta. Ya casi está llena, piensa no sin una punzada de dolor al comprobar la escasa cosecha que hay este año. Por las tijeras de poda que usa resbalan pequeñas gotas de jugo de una uva que cortó, cayendo pesádamente al suelo y levantando una minúscula porción de polvo. Enseguida la tierra reseca absorve la gota, dejando sin rastro este hecho, como si nunca hubiera ocurrido, igual que ha pasado con las gotas de sudor que resbalaron de la frente del jornalero cada vez que se agacha para buscar nuevos racimos. Ya está acabando la primera parte del trabajo: luego queda el exprimido y el envasado. El jornalero hace cálculos mentales de cubicaje para organizar el almacenamiento: este año no resultará complicado, sobrarán barricas. El temor de quela bodega no pueda sacar suficientes beneficios para compensar la inversión de todo un año en cuidadar y preparar la cosecha aumenta poco a poco. El trabajo es exigente  y los resultados inciertos. La vida del campo es muy dura.

2 comentarios:

Vicky A. H. pensó (ingenuamente) que alguien leería esto:

Conozco la vida del campo por lo que me cuenta mi madre y, aunque dura, ella la recuerda gratificante o, por lo menos, mucho más agradable que trabajar en una fábrica. Aún así, es un sector que depende de tantos factores externos... No saber nunca si va a haber una buena cosecha o no... Debe generar bastante incertidumbre, ¿no? Besos!!!

Mr Blogger pensó (ingenuamente) que alguien leería esto:

Lo escribí como una "metefuera"... o no, ya ni lo recuerdo xd

 

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