Y el loro puso las cosas en su sitio ~ Pruébame blogger!

jueves, 24 de abril de 2008

Y el loro puso las cosas en su sitio

Pruébame blogger productions con la inestimable colaboración de Troglo Jones creations (¡gracias por todo crack!) se complace en presentar un nuevo capítulo del serial favorito de nuestros lectores (no tenemos otro, así que es el favorito si o si; si quieres empezar por el principio, léete esto antes: investigando el incendio de la casa de la mujer de rojo, carta desde la carcel de un detective desesperado, ¡A por la fotógrafa misteriosa! y Amigos, enemigos, confidentes, aliados...).

Cuando me desperté ya era por la tarde. Lo primero que hice fue salir desnudo de la cama, ir a ducharme y terminar cruzando el pasillo desnudo hasta la cocina. Puse un par de huevos y una salchicha (de bote) a freir en la sartén (en aceite ya refrito de varias comidas anteriores). No tenía ganas de hacer nada más elaborado, y la nevera estaba casi vacía, salvando un brick de leche posiblemente caducado, un bote de mermelada mohoso y unas latas de cerveza con los bordes semioxidados. Tenía que replantearme la vida, al menos ahora tenía algo por lo que vivir, aunque fuese la venganza o simplemente las ganas de sobrevivir a todo lo que se me venía encima. Tras merendar me puse a rastrear toda la casa. Ninguna huella. Nada. Solo aquellas fotocopias. ¿Quién querría jugarse el cuello por mi para ayudarme de esa manera?. Descarté a Zarkas; en el fondo era buena persona, pero no me lo imaginaba jugándose el cuello más de lo necesario, y menos por mi. Y después de nuestro encuentro, deduje que sabía mucho más de lo que quiso decirme y no quería involucrarse.

Salí a la calle; era una hora estupenda para encontrar a algún otro de mis contactos, suficientemente temprano como para no llamar la atención mezclados entre los transeuntes y suficientemente tarde como para empezar a preparar el terreno para sus correrías nocturnas. Hice valer mis influencias en tres conocidos que me encontré por el camino; todos fueron bastante remisos a hablar, pero me dieron suficientes pistas como para hacerme una idea de donde encontrar lo que estaba buscando. Me encaminé para allá, aunque sabía que me seguían desde que salí de casa. Suponía que mañana los tres soplones con los que hablé estarían misteriosamente muertos. Suponía que me dejarían entrar tranquilamente, incluso podría hablar con el tal Troglo; de hecho, por las pinceladas que me habían hecho de él, seguramente podría abandonar vivo la tienda, pero tendría que tener cuidado, pues desde que me alejara un poco vendrían a por mi. Tendría que esconder algún arma en algún sitio para cuando por la noche saliera poder defenderme. Entrar con armas a la tienda supondría mi muerte inmediata. Por lo que sabía, tendría que buscarme algún vehículo o robarlo y salir de la ciudad. Intentarían detenerme, por supuesto, pero confiaba en mi perícia como conductor. O incluso tomar un transporte público, pues se lo pensarían dos veces antes de cometer asesinatos en público que pudieran llamar la atención. Antes de llegar a la tienda me acerqué a una cabina de teléfonos e hice un par de llamadas. Esperaba que tampoco me dejaran en la estacada esta vez. Sin más preámbulos, volví a casa para preparar los últimos detalles.

Ya estaba delante de la guarida de Troglo. Las malas lenguas decían que era un hombre retorcido, pero astuto e inteligente. No se debía tomar a la ligera, pues tenía mucho poder en el barrio. Si deseaba sacarle información debía tener mucho cuidado de no irritarlo. Tenía que pensar que quería salir vivo de aquella, aunque solo fuera para poder tener alguna posibilidad de poder volver a jugarme el pellejo una vez fuera. También tendría que procurar no llamar demasiado su atención, pues aunque estaba seguro de que él estaba al tanto de mis movimientos, debía salir con la suficiente libertad de movimientos como para poder seguir investigando por mi cuenta. O sea, no podía quedar como un enemigo, sino como una molestia de la que se podía ocupar más adelante. Es una de las cosas que había aprendido tratando con capos. Si te ganabas su enemistad estabas muerto, si solo le resultabas incómodo, estarías muerto cuando el quisiera, pero no en el instante presente. La hora había llegado. Entré en la tienda. Era una tienda muy curiosa, con motivos orientales como dragones decorando las paredes. Siempre me había parecido raro que una tienda de aves tropicales no hubiese quebrado nunca en aquella ciudad. Ahora veía claramente la tapadera. Tenía razón Drenas al decir que había perdido mi olfato. Había aves por todas partes, en jaulas de diversos tipos o simplemente anilladas a soportes con una cierta libertad de movimiento. Pese a no ser ningún especialista en aves, por los tamaños y colores de las especies que conocía, conjeturé que todos los ejemplares debían ser hembras. Bien pensado, casi parecía un harén para pájaros. Deseché ese pensamiento de mi cabeza. Debía tenerla sobre los hombros y pensar con claridad.

Y de repente, entró por la puerta. Era el mismo tipo que me había denunciado a la policía. ¡Troglo era el hombre trajeado! ¿por qué querría incriminarme a mi? ¿qué ganaba con todo eso? ¿en qué oscuros intereses había interferido yo para habermela jugado de aquella manera?.


-¡Vaya, vaya! ¿A quién tenemos aquí? Bienvenido a mi humilde tienda, detective-san. ¡Je, je!

La sonrisa de aquel tipo daba escalofríos. Era una sonrisa falsa, de consultor, en un careto donde los ojos no sonreían nunca. No parecía en absoluto sorprendido de verme.

-Me alegra verte por aquí, detective. No recibimos muchas visitas últimamente, ¿sabes? Pero disculpa, soy un maleducado. ¿Te apetece una copa? Como puedes ver, estamos bien surtidos.

Al tiempo que hablaba, abrió la puerta de un mueble bar disimulado en aquella decoración oriental. ¡Cabrito!, tenía que saber en los abismos de alcohol que había caído. La boca se me hizo agua al ver las botellas. Estaba consiguiendo ponerme nervioso. Hice un esfuerzo para recuperar la compostura, y dije:

-Supongo que estoy hablando con el famoso Troglo Jones.
-Así me llaman, detective. No trates de parecer más idiota de lo que ya eres – dijo, mientras se servía un vaso hasta el borde de whisky – Y, por cierto, no se pronuncia “yons”, sino “jones”, para que rime con “director de operaciones”. Un capricho mío. En fin, amigo, me gusta ir al grano. ¿Qué se te ofrece? ¿Has venido a comprar un loro para que te haga compañía? ¿Te sientes sólo ahora que vuelves a ser soltero?

Tuve que hacer un verdadero esfuerzo de voluntad para no estrangularle allí mismo. Pero estaba seguro que no llegaría a acercarme. Todos aquellos loros, y ese silencio antinatural, en una tienda de loros. Estaba seguro de que allí había más trampas que en una película de chinos. Y aquel tipo estaba deseando que me metiera en una. No, tenía que ser más listo que él. Dije, con toda la calma de que fui capaz:

-Busco respuestas, Troglo.
-¡Qué frase más melodramática, amigo, de detective de película! Bueno, bueno. ¿No te importa que ponga algo de música mientras hablamos? – dijo, mientras recorría con el dedo el lomo de una inmensa fila de discos que había distribuidos por varios anaqueles a lo largo de toda la tienda - ¡Ajá, aquí está! ¿Te gusta Nina Simone? ¡Interesante mujer!

Simone. Aquel nombre lo sentí como un puñetazo en el hígado. Pero tenía que disimular mis flaquezas ante aquel tiparraco.

-“My baby just cares for me”. Hermosa, ¿no es cierto?

Aquella voz, aquella música. Estaba empezando a marearme. Y la música tuvo un extraño efecto. Los loros parecieron revivir. Empezaron a agitarse, muy despacio, como si fueran de juguete y los acabaran de enchufar. Pero seguían en un silencio absoluto. La sensación no podía ser más siniestra.

-Verás, detective, dices que buscas respuestas –dijo el tal Troglo mientras caminaba por la tienda y apoyaba su vaso en una especie de taburete– Pero aquí no trabajamos ese género, amigo, aquí sólo tenemos loros. Discúlpame un segundo, tengo que ir a la trastienda un momento. Pero, por favor, no te marches. Tu conversación es francamente amena.

Desapareció por una puerta que se cerraba con una de esas cortinas de abalorios que tienen los chinos. ¿Estaría tramando algo? No, había tenido oportunidad de matarme y no lo había hecho. Y tampoco lo haría en su propia tienda, si podía evitarlo.

Paseé mi mirada por la tienda. Nina Simone seguía sonando. Tenía la sensación de que todos los loros, en silencio absoluto, tenían sus ojos fijos sobre mí. Y entonces lo vi. En el taburete sobre el que Troglo había dejado su vaso, se había posado un loro. ¿Cómo había podido no oírlo? Era un loro descomunal, de unos 40 centímetros, verde, con la cabeza roja, como si llevara una capucha de verdugo. Aquel bicho no se movía un milímetro, y me miraba sin parpadear.

Ya sé que os parecerá una locura, pero os juro que si alguna vez he visto una mirada plena de absoluta maldad, ha sido en los ojos de ese loro. No podía apartar la vista de él. Estaba tan quieto, que pensé que tenía que estar disecado pero, ¿cómo había llegado al taburete?

-¿Tengo monos en la cara?

Por unos instantes, no pude reaccionar. ¿El loro había dicho eso? Esto no podía ser real. ¿Habrían echado alguna droga en el aire?

-¿Eres sordo? Pregunto que si tengo monos en la cara.

Y entonces, el loro se movió. Increíblemente, agarró con su garra derecha el vaso que había dejado allí Troglo Jones, y se lo llevó al pico, bebiendo un largo trago de whisky. ¿Qué tipo de pesadilla era esta? ¿Sería una grabación lo que se oía? No, no. ¡Ese cabrón de Troglo Jones era ventrílocuo, tenía que ser eso! Pero aquella mirada... no era natural en cierto sentido. Tampoco era artificial, ciertamente era un loro, pero no era la mirada de un loro. Ocultaba algo más, fría, calculadora, inteligente. Salí de mi estupor y dije:

-¿De qué va esto? ¿Quién se supone que eres tú?
-Bueno, querido –dijo el extravagante loro– Me han dado muchos nombres a lo largo de mi carrera, pero puedes llamarme P.B.
-¿P.B.?
-Para servirte. Me dicen que buscas respuestas pero, primero, déjame hacerte una pregunta. ¿Qué me impide liquidarte aquí mismo?
-Bueno. Es posible que sepa cosas. Cosas que podrían salir a la luz si desapareciera.
-Sí. Puedes saber, o puedes no saber. ¿Has visto que filosófico estoy hoy? ¿Sabes qué? Creo que voy a correr el riesgo.
-No lo creo, P.B. Porque podría saber algo acerca de un banco en Suiza. O algo sobre unas sierras y un accidente de tren. O sobre el robo de cierto saxofón. También podría no saberlo, P.B. Pero son demasiados cabos sueltos.

Nina Simone seguía cantando. Esta canción se llamaba “Stars”. A Elisa le encantaba. El loro parecía prestar más atención a la música que a mí.

-¡Vaya con el detective! Ni siquiera sabes lo que buscas. ¿Por qué no pones en orden tu casa antes de venir a dar por saco?
-¿Qué quieres decir con eso?
-¿A ti no te sorprende, pardillo, que tu mujer y el marido de... de la mujer de rojo fueran, casualmente, en el mismo tren?
-¿Qué quieres insinuar con eso?
-¿No eres tú el detective, capullazo? ¡Aquí nada ocurre por casualidad! En esta historia no hay inocentes, amigo. Y ahora, si me disculpas, se me está calentando el whisky. Ha sido un placer charlar contigo.
-Bueno, ¿y qué pinto yo en todo esto?
-¿no lo adivinas? en realidad no pintas nada. Eres una nulidad, eres un cero a la izquierda, eres los pulgares que no necesito, completamente prescindible, como siempre lo has sido. Y no intentes hacerte el importante a estas alturas. Y ahora como sé que no tienes nada interesante de que hablarme y como eres un hombre del montón, ergo eres incapaz de comprender las complejas sutilezas de mi suprema mente y el superior refinamiento de mis sentidos, será mejor que te marches de aquí. Quiero deleitarme con mi Nina sin interrupciones ni sandezes.

Puedo jurar, aunque pueda parecer loco, que aquel loro estaba... ¡sonriendo!, con esa sonrisa que solo puede esgrimir un duelista tras pronunciar con satisfacción la palabra "touché". Me iba a largar de vacío de allí, y además humillado, con el rabo entre las piernas. Aquella última frase, aquél último "mi Nina" me produjo un hondo desasosiego que no llegaba a entender. Me percaté de que en aquel momento, aquel pájaro de mal agüero había pulsado algún tipo de botón disimulado en el taburete. Y sabía que aquello anunciaba mi sentencia. Aquel bicho había decidido correr el riesgo a pesar de todo. Era un bicho endiabladamente inteligente; en algún lugar de la memoria me vinieron las palabras de Drenas que decían que nadie había visto al Don... jeje, casi me sentía privilegiado, o al menos si sobrevivía lo suficiente como para poder contarlo (si es que alguien estaba dispuesto a creerme), siempre que todo no hubiese sido porque al entrar me hubieran drogado o algo. No iban a hacerme nada allí pero, en cuanto pisara la calle, empezaría el baile.

-¿Ya se va, detective? ¡Qué lastima!

No me preguntéis como, pero Troglo estaba justo detrás de mí, abriendo la puerta de la tienda.

-Espero que haya disfrutado de su visita. Si ve a mi amigo Drenas, déle recuerdos. Y dígale que, donde menos se espera, salta la liebre.

El loro había metido la cabeza bajo el ala, y había vuelto a una inmovilidad absoluta. Intenté jugar una carta, a la desesperada.

-Adiós, Troglo. Supongo que cuando se ha sido director de operaciones, la única aspiración que le queda a uno es ser director general.

La luz de sus astutos ojillos de mandarín de los negocios sucios me hizo ver inmediatamente que me había cogido al vuelo.

-Claro, detective. Es una aspiración legítima para culminar una carrera. ¿A qué debo su amable interés? –dijo con aquella sonrisa y aquellos ojos que no sonreían nunca.
-Bueno, una cierta información puede dar a un hombre el empujón que necesita en su carrera. Aunque a veces se necesita algo de tiempo para poder obtenerla. ¿Es usted un hombre paciente, Troglo?

Observé como pensaba durante una décima de segundo, mientras dirigía una calculadora mirada al loro. Luego dijo:

-¡Ah, el tiempo! Es el lujo de nuestros días, ¿verdad, detective? Me temo que esa falta de tiempo es una enfermedad común, y poco se puede hacer. Como dijo Montesquieu: “Avec les temps, coichons”, o algo parecido. De todos modos, puede que gane algo de tiempo si, al salir de aquí, elige el camino de la derecha, en lugar del de la izquierda. De todas formas, yo que usted me daría prisa. Parece que va a llover.

Lo capté. A la izquierda estaba la parada de Metro, la dirección natural. Y, si la tomaba, probablemente me caería una caja fuerte en la cabeza, o me acribillarían antes de dar tres pasos. Me estaba diciendo que al salir, girará hacia la derecha y corriera cagando leches. Ya saliendo por la puerta aquel hombre enigmático susurró por lo bajo algunas palabras que me cayeron como una losa:

-Adiós, detective. Puede que nos volvamos a ver, aunque lo dudo.

Tenía sólo una oportunidad. Para mi disgusto, la recomendación de Troglo había arruinado en parte la planificación previa que había hecho antes de entrar, pero solo me quedaba confiar en su palabra. Salí de la tienda, amagué que me dirigía hacia la izquierda, me di la vuelta a toda velocidad y salí a escape. Inmediatamente, oí unas voces, y escuche como unos pasos empezaban a correr detrás de mí. Tenía algo de ventaja, pero no mucha. ¿Qué pasaba en este barrio, es que no había nadie por la calle? Seguí corriendo con todo lo que tenía, pero ya no estaba en forma como antes, sentía que me ganaban terreno. Y en ese momento, un coche negro se subió a la acera, y se me cruzó delante con gran chirrido de frenos. Se acabó, pensé. Pero, en ese momento, se abrió la puerta del copiloto, y el conductor -una persona con la cabeza cubierta con una capucha, y con una máscara en su rostro- me hizo gestos de que entrara.

No lo pensé, y me lancé de cabeza al coche. Chirriando ruedas salimos disparados a toda velocidad, y con frenesí dio vueltas al volante para hacer girar el coche a la derecha. Perfecto, me dije, como el coche llegó justo al yo dar la vuelta a una esquina, estaba seguro que los que me seguían no me habían visto subir en el. Estaba a salvo, por ahora. O no. Sólo en ese momento me di cuenta que no sabía quien conducía el coche, así que me giré para comprobarlo sin siquiera llegar a darme cuenta del todo de que la persona enmascarada que llevaba el coche me estaba rociando en la cara con un práctico somnifero en spray de la marca ACME. Mis últimos restos de conciencia me gritaban algo que no conseguía entender mientras me iba apagando poco a poco hasta que al fin todo terminó en un fundido en negro.





En fin, se ha hecho de rogar, pero solo porque Troglo es todo un caballero y esperó a que la becaria estuviese de vuelta y Mamen se hubiera recuperado de lo suyo para enviarme la mayor parte de trama y casi todos los diálogos de este episodio (le envié una base argumental y alguna cosa añadí yo después, pero el trabajo duro fue de él) y que así ellas no se perdieran ningún capítulo. Esperamos que esta colaboración les haya gustado tanto como me ha gustado a mi. Como siempre, desde aquí esperamos comentarios, críticas, líneas argumentales alternativas, tirones de orejas... lo que quieran aportar.

18 comentarios:

Anónimo pensó (ingenuamente) que alguien leería esto:

El loro se ha hecho esperar pero ha merecido la pena. Si es porque nos habéis esperado a Mamen y a mí, se disculpa.

Lienzo tierra pensó (ingenuamente) que alguien leería esto:

Gracias!!!! Está muy emocionante! Siempre me quedo con ganas de más. El loro en su papel, como siempre. Por Dios qué borde! Eso no hay duda de que lo ha escrito Troglo, jajajaja. Me encanta!

Mr Blogger pensó (ingenuamente) que alguien leería esto:

Es que hacer un relato con Troglo Jones y Puto Bocazas sin ser Troglo Jones original™ no es lo mismo. El toque de Troglo ha aumentado varios enteros la calidad del relato, y ha resuelto la papeleta que le dejé de manera sobresaliente. A mi no se me hubiera ocurrido como dejarlo tan bien, la verdad.

Esther pensó (ingenuamente) que alguien leería esto:

Juro que lo he leído todo de cabo a rabo Y ME HA ENCANTADO. FASCINANTE, UNA HISTORIA PRECIOSA LLENA DE INTRIGA Y MISTERIO. Lo mejor es que ha quedado abierta para otro capítulo. La colaboración es perfecta, muy buena.

Felicidades a los dos! Sois grandiosos, estupendos, magníficos! Qué más queréis? Y por supuesto amo al loro. Lo adoro.

Mr Blogger pensó (ingenuamente) que alguien leería esto:

¡Muchas gracias por la parte que me toca!

Y ahora empiezan las cábalas... ¿quién es la persona encapuchada? :D

Lienzo tierra pensó (ingenuamente) que alguien leería esto:

¡La misteriosa fotógrafa! ¡Sin duda!

Mr Blogger pensó (ingenuamente) que alguien leería esto:

He dicho persona, también puede ser hombre... (loro no porque se notaría demasiado) ¿y por qué la misteriosa fotógrafa? ¿un pálpito? mira que hay muchos personajes que podrían ser... o alguno nuevo :P

Troglo Jones pensó (ingenuamente) que alguien leería esto:

Hola, siento llegar tarde. El vecino tiene una conexión inalámbrica fatal. Gracias a todos por vuestras amables palabras, y recuerdos de PB, que está preparando unos cubatas. Ha sido un placer colaborar con Mr.Blogger en este tema. Tal como vamos, podemos hacer 10.000 capítulos, ja, ja.

Abrazos.

Esther pensó (ingenuamente) que alguien leería esto:

Oye, no pensarás tomar los cubatas solos, tu y P.B.? Invita que es sábado por la noche y tenemos sed!

Troglo, acabo de leer que ha fallecido Jimmy Giuffre. Lo digo porque antes de dedicarte a la documentación del nacimiento del jazz también hacías "muertes". Giuffre siempre me ha gustado, soy admiradora.

Bueno, no te escaques e invítanos a esos cubatas que tienes un morro que te lo pisas.

Bss con sed (de mal)

Troglo Jones pensó (ingenuamente) que alguien leería esto:

Hola again:

Ya sabes que yo invito a cubatas cuando quieras, Esther, siempre que pague Mr.Blogger. ¡Es broma! A ver si vemos una oportunidad, que toca.

Vaya, siento lo de Jimmy Giuffre, un músico importante, a mí también me gusta. Tendremos que hacer un post suyo, se lo merece. ¿Y qué es eso de que "hago muertes", tal como lo dices parezco un gangster, ja, ja?

Por cierto, Esther, ¿dónde está metido el amigo Millass?

Abrazos.

Esther pensó (ingenuamente) que alguien leería esto:

hello troglo, el amigo Millass lo menos se ha ido a rescatar a Ingrid Betancourt porque no se sabe nada de él.

Cómo te sentaron los cubatas? Qué envidia. Por cierto, tengo que decirle a nuestro amigo Sebastián que ya me he comprado el disco Wicca y mola mucho. De paso he picado y he comprado tb uno de Milt Jackson and Wes Montgomery "Bags meets Wes!", y mola muchísimo. Voy a hacer como nuestro amigo Erradizo y tomarme un cubatita para relajarme que ya va siendo hora.

Abrazos a todos!

Mr Blogger pensó (ingenuamente) que alguien leería esto:

¿podríamos hacer 10.000 más? jejeje, pensaba pedirte otro favor más adelante (no olvides que el detective acaba en la carcel y va a juicio... ¿a que no adivinas qué personaje es un hacha como abogado? :D), así que me alegro de verte tan dispuesto jejeje.

Esther lo que quería decir no es que hicieras muertes, sino que "resucitabas muertos" para dar a conocer su historia y mantenerlos vivos de alguna manera. Ahora te toca decidir si prefieres ser un gangster o un nigromante :P.

ah, Esther, no castigues al pobre Troglo así, que se gasta las mensualidades dando de beber al loro. Mantener más boquitas podría ser perjudicial para su economía :D. Si algún día me paso por ahí ya invitaré. Eso si, no esperen que eso ocurra a corto plazo.

Anónimo pensó (ingenuamente) que alguien leería esto:

Eso, eso, tú lo que tienes que hacer es invitarnos a todos, que este blog perdería mucho sin nuestras ocasionales colaboraciones XD. Yo creo que la que conduce es la becaria, que ha matado a la embajadora y a la jefa, se ha dado a la fuga con un coche de la empresa y, durante la huida, se ha encontrado con el detective por la calle y le ha recogido XD

Mr Blogger pensó (ingenuamente) que alguien leería esto:

Jajaja pues si, podría ser algo de eso :D. Si la gente en general y tú en particular no estuvieran tan agobiados con sus cosas lo propondría; sería divertido ver qué curso sigue la historia en cada caso ;)

Anónimo pensó (ingenuamente) que alguien leería esto:

yo kiero un papel más interesante.. podría ser el amigo del loro.. o el asesino... o su padre... :(

Mr Blogger pensó (ingenuamente) que alguien leería esto:

Todo se andará Zarkas, todo se andará... ¿qué tal un asesino amigo del loro que luego descubre que es su padre? :D

Drenas pensó (ingenuamente) que alguien leería esto:

Cómo siempre llego tarde, para vuestra información ya he salido del circulo vicioso de alcohol, drogas, sexo y gasolina y ya estoy en plenas facultades para críticar a mrblogger.

Muy bueno el loro, si señor!!
Ojala esta historia acabe con asesinatos y el loro se proclame rey de la ciudad ;)

Mr Blogger pensó (ingenuamente) que alguien leería esto:

No necesita los asesinatos. Ya es el rey de la ciudad.

 

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