Era muy de noche. Hace horas que el sol ha desaparecido tragado por unas aguas que veía desde la ventana tornarse de rojo sangre, al igual que su ya pálido reflejo en la panza de unas nubes, como chorreando líquido escarlata, como presagiando momentos violentos y llenos de angustia. Pese a la tranquilidad poco habitual que había en las calles, si se ponía atención podía escucharse el típico ruido de algo o alguien que trata de no hacer ruido y pasar desapercibido. No es para menos, hoy es Halloween, el día en que la frontera entre los muertos y los vivos es más pequeña que nunca, el día en que los espíritus de los muertos cobran vida, o al menos disfrutan de unos momentos de existencia terrenal.
Un viento poco natural sacude las cortinas, como movidas por una extraña fuerza o por un cuerpo al pasar, sensación acrecentada por el hecho de que los ventanales están cerrados y es imposible que una corriente de aire cruce la habitación. La temperatura hace rato que ha bajado varios grados, repentinamente, lo cual unido al silencio tenso compone un escenario incongruente, una realidad ante la cual el cerebro humano dispara sus instintos de peligro, una sensación de que hay cosas que no deberían estar ocurriendo, que algo anormal, primario y etéreo se acerca y los sentidos no son capaces de reconocer porque el cerebro prefiere engañarse a si mismo que enfrentarse a ciertas terrores. Es esa clase de estado de anormalidad capaz de volver loco al más cuerdo, ese tipo de maldad primigenia que impregna terror y desasosiego hasta en el alma del más valiente. Para confirmar ese presentimiento extraño, el gato bufa al otro lado de mi habitación cerrada, creo suponer que arañando la puerta de la calle, amedrentado, con ganas de escapar muy lejos de aquí.
Yo me mantengo en el medio de la habitación, aguardando con los pelos de la nuca erizados y los puños apretados. Mi cara mantiene un rictus serio para ocultar el pavor que me producen los ruidos que empiezan a alborotar la tranquilidad a mi alrededor. Mis ojos siguen el movimiento imaginario del ser o los seres que ahora pululan derribando objetos y moviendo cosas... en definitiva, jugando conmigo y riéndose a mi costa. El miedo que siento no me permite moverme, pero intento mantenerme alerta y mantengo los músculos preparados para cualquier eventualidad. Puede que esta sea la última vez, hasta ahora he sobrevivido demasiado, sobre todo conociéndolos a ellos, a los espíritus del eterno tormento... y más concretamente... a ella. La noto, noto su presencia, su aroma, su mirada parándose sobre mi y escrutándome, como calibrando qué es lo que ha cambiado durante el último año en mi vida, examinándome para ver si apruebo o si por el contrario ha llegado mi última hora. Creo que casi temo más volver a tener otro año de pruebas y sufrimientos por delante.
Y tan sutilmente que me fue imposible averiguar cuándo y cómo, ella estaba allí. Quizá nunca se había ido, mi habitación es como si siempre hubiera sido suya y mueve su desnudez por ella como para así hacérmelo saber. No dijo nada, ni hacía falta; su sola presencia ya cambiaba mi ánimo, la sola intuición de su llegada hacía palpitar fuertemente mi corazón y la sangre subía con violencia a mi cabeza, tanto que siempre me quedaba un cierto regusto en la garganta, preludio de la situación que debía superar. Mientras me rodeaba caminando, estiró la mano y allí donde rozaba mi piel esta se iba secando y agrietando poco a poco hasta brotar la sangre, dejándome un surco de dolor que iba recorriéndome en círculos, subiéndome por el cuello hasta parar en mis labios, jugar un poco en ellos e introducir su dedo en mi boca. El sabor de la sangre se acentuó paralelamente a la sensación de pánico. Si bien la herida se iba cerrando como si nunca hubiera existido, la sangre empapaba mi piel y le daba un toque brillante y resbaladizo que se mezclaba con el sudor producido por la tensión y el agobio. Su mirada lasciva y cruel brilló al contemplar mi miedo y sonrió de una forma que hubiera aterrado al más duro. Antes de que pudiera evitarlo se lanzó sobre mi y me besó con furia, como si quisiera absorberme el alma por la boca, y a mi me dolía del mismo modo mientras sus manos clavaban uñas sobre mi espalda hasta hacerme gritar y sus senos se frotaban morbósamente en mi pecho manchándose del tono rojo de mi piel para su mayor disfrute. Como siempre, permanecía sin poder hacer nada, chillando de dolor. Pasmado pero decidido me separé de ella cuando pude y como pude, pues sabía que aún sólo estaba jugando, que me perdonaba la vida porque podía matarme en cualquier momento si la contrariaba demasiado. Le gustaba la lucha y el forcejeo, pero no que le llevaran la contraria. Todos los años el mismo ritual de pasión y dolor, bordeando la muerte, bordeando la locura.
"Vete"- dije, más no del todo lo convencido de mis posibilidades. Mi miedo se hacía aún más evidente, pero tenía que seguir hablando. Mi única esperanza era entretenerla solo un poco más, distraerla para que no se cansara de mi, hacer que todo fuera un reto, una diversión. Yo era su juguete y lo sabía, por muy duro que fuera para mi ego, necesitaba hacerle ver que en el futuro podría seguir jugando conmigo sin aburrirse.
-¿Por qué? ¿por qué me privas del placer y el gozo de visitarte, verte, tenerte y poseerte?
-No soy tuyo, no soy de nadie.
-Más que no ser de nadie, eres nada. Cualquier fantasmilla del tres al cuarto podría ponerte contra las cuerdas, arrinconarte y sorberte el seso ¿y te atreves a echarme a MI? ¿qué eres tu contra mi poder? ¿qué has conseguido todos estos años sino alargar tu sufrimiento?
-Lo sé, pero es mi sufrimiento, es lo que yo he decidido hacer con mi vida. He elegido vivir antes que ser tuyo.
-Necio. Tu sangre me cubre y si lo deseara podría bañarme en ella. ¿Por qué resistirse y alargar esta agonía?- y subrayó sus palabras apoyando la palma de su mano en mi brazo, y en ese instante un calambre de fuego me recorrió de arriba a abajo y una oleada de dolor y nauseas me sacudió y acabé tosiendo y vomitando coágulos negros y amargos como la hiel. Su acidez me quemaba la garganta y me impedía respirar, con lo que seguí tosiendo un rato, hecho un ovillo en el suelo, sobre un charco de mi mismo. Su forma desnuda se agachó a mi lado y me acarició el pelo sonriendo de esa forma que sonríen los gatos cuando se saben los amos y han conseguido lo que querían y saben que tras la caza se ha acabado el juego y toca el alimento.
-Algún día acabaré contigo- dije aún tosiendo en el suelo.
-Vaya, no esperaba menos, siempre has sido un luchador. Me río cuando te pones valiente, tú, el más cobarde de los seres, el que no se atreve a nada en la vida, aquí, haciéndome frente... tu estrategia es buena, te ha servido otros años, pero ya estoy cansada de este juego.
-No es un juego, sé como conseguirlo, solo me falta una cosa y serás historia. Así que aprovecha y tortúrame y disfruta lo que puedas, porque puede ser la última v...
-¡Cállate!- gritó dándome una torta que me dejó casi inconsciente no tanto por la fuerza sino por la sacudida que me produjo el contacto con su piel, como si fuera eléctrico o algún otro tipo de energía desatada- no digas más, no amenaces a quien no puedes ni rozar. Pero me has conseguido intrigar, creo que por este año te dejaré vivir y sufrir solo por la curiosidad. ¡Soy inmortal! si consigues liberarme veo justo que acabes tu vida mortal sin más suplicios que la propia vida, pero yo veo más lejos y más profundo que tu, quizá si lo consigas termines arrepintiéndote y te acuerdes de mi. Sin embargo, el próximo año acabará todo; sé que mientes y que eso que dices que has encontrado y que te falta para derrotarme es falso. Pero te dejaré vivir tu propio cuento, para aumentar tu propia frustración personal otro año más, a sabiendas de que busques lo que busques y hagas lo que hagas no te servirá de nada. Es una lástima, hasta habías empezado a gustarme... jajajajaja.
Esa risa... como miles de cuchillos clavándose en lo más hondo de mi ser, el dolor de millones de agujas atravesando mi piel, el mayor deseo de querer estar muerto antes de poder asimilar todo el daño que me estaba causando. Sabía por experiencias previas que estaría meses recuperándome de aquello físicamente, y quizá nunca termine de recuperarme psicológicamente. Pero ya el paso estaba dado, aguantaría y sobreviviría como otras veces. Aún estuve mucho rato con las manos sobre los oídos, balanceándome en un suelo lleno de rojo y negro, al que se unió el amarillo producido por el vaciarse la vegija debido descontrol de mi cuerpo. Poco a poco el dolor fue remitiendo y aterido de frío, ardiendo de fiebre y temblando de ira y frustración fui recuperando fuerzas pensando en como arrastrarme para llegar hasta la cama.
2 comentarios:
Conociéndote, pensaba que la historia terminaría sabiéndose que contra lo que lucha es la subida del IVA.
¿ese IVA que no se IBA a subir?
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