Sofía tenía miedo. Quería olvidar su pasado, quería dejar atrás sus problemas, quería aprovechar el tiempo que había perdido por culpa de su conflictiva adolescencia y por lo mal que le había ido en su incipiente madurez. Había tenido muchos novios, pero había terminado con mal sabor de boca con todos. Los chicos que realmente le gustaban terminaba perdiéndolos o nunca le habían hecho caso, y las cosas que había intentado no le habían salido del todo bien. Tras una temporada muy mala, con problemas que la lastraban y la arrastraron hasta perder la confianza en si misma, vino una época buena. Ahí fue cuando lo conoció. Cuando conoció a aquel chico. Ahora ya no pensaba en él. Las cosas se habían calmado, ambos se habían distanciado y aquel bache en su recuperación lo había conseguido pasar. Ahora solo pensaba en volver a divertirse, a conocer gente, a pasarlo en grande, a olvidar sus penas pasadas. Por el camino había recuperado viejas amistades, se había rehecho de sus antiguas heridas, e incluso volvía a estar bien con algunos de los chicos con los que estuvo saliendo aquellos años.
El caso es que ahora no tenía tan claro lo que iba a hacer. Todo empezó hace tiempo, cuando empezó a retomar la relación con uno de sus ex. Siempre le había gustado, físicamente era bastante atractivo y la atraía como ningún otro chico había hecho nunca. Lo suyo se había estropeado y él se había ido a trabajar fuera, con lo que habían perdido el contacto. Hasta hace unos días. Volvía de vacaciones a pasar dos semanas con su familia. Volvió a verlo. Volvió a quedar prendada de él, volvió a revolverse su estómago con una furia animal cada vez que lo veía. Lo deseaba. Y él a ella también. Eso era lo malo. Solo la deseaba. La quería para unos días y luego se marcharía. Igual que la otra vez. Por eso mantendría las cosas como amigos; no sería la primera vez que ocultaba sus sentimientos.
Por otro lado, en sus salidas de marcha con sus amigas, había conocido a otro chico. Este chico le gustaba mucho. Era un chico divertido, guapo, no carente de atractivo y conectaban bien. Se lo pasaba estupendamente con él. Habían quedado un par de veces por ahí, y se había planteado quedar con él en serio más de una vez, pero esos días que había llegado su otro amigo ocultaba sus ganas para evitar quedar mal con los dos. Total, serían solo un par de días más. Luego quedaría con él e intentaría conocerlo mejor. Tampoco quería llegar muy lejos, pues estaba un poco dolida porque sus últimas relaciones habían resultado ser bastante duras para ella.
Y luego estaba el último chico con el que había salido. Ya no pensaba en él, pero de vez en cuando algo se lo recordaba. En realidad nunca había querido nada con él, quizá solo quería cubrir un hueco que había en su vida, quizá solo necesitaba un poco de apoyo para salir del hoyo en el que se había encontrado. Sin embargo, sabía que para él no había sido lo mismo. Él la quería. Ella le había dicho que no se planteaba tener una relación, que no lo veía sino como un amigo. Cada vez que quedaban notaba que había algo más que su fingida amistad tras aquella mirada desesperada. Se veía que no encajaba bien el hecho de que ella no encontrara razones para corresponderle. Las últimas veces se volvía brusco e incluso exigente, cuando ella nunca le dio oportunidades y siempre le había dejado claro que no esperaba nada con él. Ante estas cosas, decidió cortarle las alas e ignorarlo. No podía seguir como había seguido hasta ese momento, estaba empezando a caer de nuevo en aquel pozo del que tanto le estaba costando salir. Fue en ese momento cuando decidió que debía romper con todo, olvidar y seguir adelante.
Y en esas estaba. Había vuelto a nacer; estaba radiante, volvía a tener ilusiones y volvía a hacer proyectos. Había vuelto a ver a gente que hacía tiempo deseaba volver a ver y conocía un chico que prometía. ¿Qué más podía pedir?. Felicidad. Pero siempre hay algo que se empeña en evitar que la gente sea feliz. Sofía aún tendría que pasar una nueva prueba. Sabía que su amigo, el que vino de vacaciones la había dejado por otra. Sabía que habían mantenido relación hasta hace poco tiempo. Sabía que se volvería a ir con las mismas. Le había pedido tener sexo. Él. Sexo. Ella no lo podía creer. Lo deseaba. Lo necesitaba. Eran sus más bajos instintos tirando de ella. Le daba en bandeja de plata aquello que quería, pero... ¿qué perdería ella a cambio?. Le había dicho que se lo pensaría y que al día siguiente ya quedaban y le decía. No sabía como había podido contenerse en ese momento. O si lo sabía. Tenía miedo. Pero... ¿qué más le daba a ella? solo quería un polvo; lo echaban y listo, es lo que quería, lo que deseaba, lo que le pedía el cuerpo. Y aún tenían otro par de días intensos por delante. ¿Qué es lo que la detenía? ¿el suponer que lo que le había contado de que había cortado con la otra era mentira? ¿el pensar que volvería a hacerle lo mismo que ya le había hecho? ¿el que se aprovechaba de que sabía que ella lo deseaba con locura?. Sabía como era, sabía sus debilidades, sabía qué tenía que hacer para que cayera a su merced. Ya lo había hecho en el pasado. Pero aún así lo deseaba. ¿Por qué las cosas tenían que ser tan difíciles? ¿por qué con todos los chicos que conocía tenía que pasarle algo? ¿por qué no podía tener una relación normal como todo el mundo?. Llorando desconsolada, maldecía el día que se aproximaba porque temía verse humillada. Deseaba hacerlo, pero sabía que si cedía, algo se rompería en su vida. No era un animal, no lo haría solo por hacerlo; no de esa manera y con esa persona. Podía con sus instintos. Si no, no podría volver a mirarse en un espejo de la misma manera, no podría salir con el chico que de verdad le gustaba pensando que cualquier día podría volver el otro.
Ilustración de
David Palumbo.