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La música en España le debe mucho a tahures zurdos, así como a sus herederos espirituales que son Amaral. Pocos artistas tienen esa magia y ese poder para transmitir sensaciones y sentimientos con su música. A partir de una canción me ha ido surgiendo un relatillo triste que he querido compartir:

¿Cuánto hacía? ¿ocho, diez años? tiempo más que suficiente como para no reconocerte, para haberte olvidado, para que pasaras desapercibida. Sin embargo ahí estabas, casi tal y como te había dejado por última vez, en aquella terraza, en aquel otro bar que ya no existía. Viejos recuerdos me tomaron por asalto y he querido morirme y lo hubiera hecho si no hubieras reparado en mi. Lentamente te acercaste a mi mientras luchaba por no echar a correr y por mantener una compostura que hacía rato había perdido. Me saludaste como si nos hubiéramos despedido ayer, con una sonrisa extraña en la cara, como si tu tampoco creyeras que era yo de verdad, con una sonrisa que en cierto modo ocultaba la tristeza de la última vez bajo un velo de incredulidad. Antes de decir nada me abrazaste, como si desearas volver atrás en el tiempo y decirme lo que aquel día no te atreviste a decir. O lo que mis palabras evitaron que dijeras. Así estuvimos un rato, tanto que se me hizo incómodo y a la vez corto, demasiado corto. Por dios, habías cambiado de perfume, pero ahí seguía tu olor. Tu cuerpo había cambiado, pero seguía siendo el mismo que deseé. Acaricié tu pelo de manera refleja, como hacía hace tanto tiempo, como si nunca hubiéramos dejado de salir. Tus labios seguían llamando poderosamente a mi boca anunciando el cómo perderme en el más dulce infinito. Pero poco a poco la realidad volvía y la necesidad de saber de cada uno, las preguntas que temíamos decir, las respuestas que no queríamos escuchar fueron surgiendo. Como un fantasma del pasado fuiste desapareciendo, alejándote mientras seguías allí. Y contigo tan cerca y a la vez tan lejos he querido morirme, he querido morir.