Al fin todo empieza a ir bien tras tantos problemas. Después de todo estábamos yendo en la dirección correcta. Sabía que Samuel nos estaba llevando bien, pese a los rodeos. De hecho, de no ser por él nunca hubiéramos logrado atravesar aquella garganta. Paul es un buen chico, pero no logra entender que a veces la línea más recta entre dos puntos es una curva y su empeño en seguir el gps religiosamente casi nos pierde en el sentido más fatal del término. Entiendo que Sam se marchara, los demás chicos le tienen manía y nunca se encontró cómodo con nosotros. Pero al final volverá, sé lo que le mueve, por algo lo he traído.
Alfred al fin parece que empieza a salir de su estado de enfermedad. Es un hombre de cuidad acostumbrado a los lujos y las comodidades, para él esto debe ser todo un reto. Lo realmente curioso es que desde que divisamos a lo lejos en aquel claro las ruinas a las que nos dirigimos un nuevo vigor lo ha reanimado. Entre eso y los últimos remedios de Paul creo que saldrá de esta. Debe hacerlo, de otro modo no me servirá a mis planes.
John me preocupa. Cada día lo veo más encerrado en si mismo. El hecho de que yo lleve su rifle desde hace una semana seguro que ha influído en eso. Sé lo mucho que lo quiere, fue un regalo de su padre, otro apasionado de las armas como él. Aunque realmente no es el modelo más adecuado para una selva, el hecho de que lo diseñara y construyeran especialmente para él según sus gustos a dictado de su progenitor sin duda le da un valor sentimental casi mayor que el material. En cuanto Alfred esté lo suficientemente bien como para caminar todo el día se lo devolveré y todo volverá a la normalidad. Que es lo que ahora necesito para el buen devenir de los acontecimientos.
Al fin y al cabo, todos tenemos que llegar al templo. Lo que ocurra a partir de ahí se esconde a mi intelecto y se escapa a mis planificaciones. Que difícil es conjugar a veces los deseos y las realidades. Eso si, qué divertido es el azar. Nos vamos a divertir todos allí dentro. Y el que ría el último reirá mejor. Lo que ellos no saben es que me guardo una última risa.
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