Pruébame blogger!

Está cavándole una tumba. ¡Una tumba! ahí, a escasos metros de las ruinas ¡no lo merece!. A quien habría que cavarle una tumba es a John... que astuto, usar los tranquilizantes de su rifle (aunque haya cogido los pequeños, para aves y con aguja fina estoy seguro de que contienen dosis de rinoceronte, imposibles de soportar para un humano débil y enclenque) para provocar una isquemia generalizada y por ende una muerte cerebral, y lo mejor de todo, el lugar donde los inyectó, el primero en una axila, lugar bastante oculto a un examen superficial como el que estos aventureros de pacotilla han hecho. Los otros dos dardos se los clavó en el suelo de la boca, bajo la lengua, un sitio muy irrigado donde actuarían de manera muy rápida y muy resguardado a la vista también. Lo más divertido de todo es que no ha tenido que deshacerse de los dardos, están en el mismo sitio que ocupaban en su chaleco... un crimen practicamente perfecto, casi sin huella, un pinchacito de nada como me decían de niño cuando me ponían las vacunas.

Pero cavarle una tumba... Jack, Jack... ¿en qué estás pensando? ¿quieres acaso ganar tiempo? ¿el hacernos dar tantas vueltas es algo calculado adrede por ti? ¿querías fomentar los odios y las rivalidades que sabes que tenemos? ahh... así que es eso... ya sabía que había algo oculto en tu proceder. Mi instinto me prevenía e hice bien en marcharme del grupo. Esperaré a que salgas de esa tumba milenaria; algo me dice que entrar será mi perdición.