Pero quizás otro Jinete sí supiera el escondrijo de Muerte.
Alba intentó contener sus propias lágrimas, pero era algo imposible. Podía notar claramente que Fran se lo había pasado muy bien con sus nuevas amiguitas. Putero. ¿Tanto la quería? Ella no volvería a confiar jamás en un hombre. En nadie.
Hacía unas horas era una chica normal. Sólo le preocupaba aprobar los exámenes, que Fran se fijara en ella, tener un grupo de amigos...
Ahora, era una chiflada que hablaba y convocaba a los muertos. Había perdido la virginidad con su querido Fran y nada más hacerlo, se había visto obligada a abandonarle para protegerle. Y el grandísimo cabrón no había perdido el tiempo. No podía culpar a Mel y Zoe por ser como eran. Culpaba a Fran por no resistirse...
Los muertos la trasladaron con sus etéreas manos hasta las cloacas. Uno de los Jinetes del Apocalipsis se encontraba ahí abajo, entre la inmundicia. Alba le sacaría la información de donde se escondía Muerte. A cualquier precio.
-¿Queréis sacarnos de aquí? -gritó Rebeca.
-Me gustaría hacerlo, pero no estoy seguro de cómo se abre esto -respondió apesadumbrado Antonio.
-Bueno, se trata de la pija asquerosa, de la cabeza parlante de un psicópata y de la mujer que me envía a una muerte cierta y que tiene como hobby vapulearme las pelotas -comentó Raoul-. Tampoco es necesario que nos demos prisa.
-Raoul, te juro que como salga de aquí...
-Que sí, que sí... pero esto es una trampa que actúa como una lamprea. Incluso yo puedo notar sus efectos debilitadores, y eso que estoy fuera. Y por medios físicos, no tengo claro que podamos forzarla o encontrar el mecanismo o algo... por cierto, ¿me puedes explicar cómo es posible que la cabeza de la pija quedara atorada?
-El crío pervertido, no sé como, salió entre los barrotes. Imagino que su suerte siguió funcionando lo suficiente, porque es algo materialmente imposible. Laura lo intentó y... bueno, ya ves los resultados.
-Algo hemos ganado -sonrió Raoul-. Tiene la mandíbula tan apretada que no puede lanzar esos gritos que te taladran el cerebro... aunque gracias a ellos os encontramos...
La mirada de Laura era un compendio de odio y orgullo herido.
-¡Alba! -exclamó Rebeca.
-Pues sí, quizás Alba podría ser muy útil con sus poderes de los muertos para abrir esta puerta, pero...
-¡Detrás tuya!
Raoul y Antonio se giraron. Alba estaba allí, con una expresión completamente neutra en su rostro atestado de lágrimas. Levitaba, y el aire a su alrededor parecía tiritar como el asfalto lejano en un día de verano. Pero cualquiera con la más mínima capacidad mágica, podría ver como eran cientos de espíritus demacrados los que portaban a la necromante.
-¿Alba?
Raoul se dio cuenta inmediatamente de las intenciones de Alba. Se puso enfrente de ella y detuvo su avance.
Juanjo preparó su rifle de francotirador. Esa chica tenía el suficiente poder para desbaratar cualquier atentado mágico. Pero Muerte le había facilitado los medios para detenerla de un modo completamente definitivo... Raoul le había hecho un gran favor deteniéndola. Tenía un blanco fácil. La mirilla apuntaba a la sien de Alba...
Sonó un disparo.
Nadie supo al principio qué había pasado... el disparo no lo recibió la cabeza de Alba. Lo recibió el pecho de un hombre de unos cincuenta años, de extraordinario parecido a Raoul.
Mientras Antonio se lanzaba en pos de Juanjo para retomar su trifulca, Raoul y Alba se arrodillaron al lado de quien había salvado la vida de la niña. Un charco de sangre crecía debajo de él.
-¿Quién coño eres tú? -preguntó Raoul.
-Hola. He venido del futuro para traerte la solución a las manchas más... ah... olvídalo... demasiada sangre para que me apetezca hacer bromas... soy tu yo futuro... el Raoul del futuro... robé una máquina del tiempo y violé todas las leyes de la termodinámica para salvarle la vida a Alba.
-¿Cómo? -Alba estaba en shock.
-Yo detuve tu avance -dijo el moribundo Raoul del futuro entre esputos sanguinolentos-. Fue por mi culpa que recibieras ese disparo. He pasado décadas llorando por ese error. Tenía que impedirlo, aunque fuera en una realidad paralela a la mía. Te quiero, Alba...
Y el Raoul del futuro expiró, disipándose en un montón de luces de colores.
-What the fuck... -comenzó a decir Raoul.
No pudo añadir nada más. Alba, al grito de "mi héroe, mi héroe", se lanzó llorando a los brazos del Raoul del presente, comiéndolo a besos.
Raoul, por su parte, sólo podía pensar en cuanto necesitaba una jarra de litro de cerveza... o dos... o cinco... o más...
Continuará
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