La vida es un gran montón de decisiones. Forjamos como somos, qué hacemos, en qué creemos, por qué luchamos y qué amamos tomando decisiones ante las encrucijadas que se nos van poniendo por delante. Normalmente son decisiones menores, que apenas afectarán a nuestro devenir del día a día. A veces son decisiones que aparentemente son intrascendentes, pero que luego tienen proyección en el futuro y desencadenan acontecimientos que nos hubiera sido imposible adivinar. O decisiones que pese a ser importantes obviamos o les restamos importancia, a pesar de tener completamente claro las consecuencias que podrían traernos. Sean como sean, las decisiones implican aceptar todos los hechos que se originen a partir de ellas. A veces las circunstancias eligen por nosotros. A veces eligen las personas. Lo que llamamos comunmente libre albedrío se reduce pues a la capacidad de elección que tengamos en cada momento, desde la libertad total y absoluta, donde podemos elegir entre muchas opciones y ninguna tiene más efectos colaterales que otra y la completa sumisión, donde nos es impuesto nuestro futuro sin poder elegir en ningún momento. A veces la sumisión la aceptamos porque es lo que queremos, porque hacemos vida común y las elecciones se hacen de manera ocnjunta. A veces la libertad la aceptamos aunque no sea lo que queremos, porque es más cómodo y menos doloroso vivir sin tener que aguantar las consecuencias de nuestras elecciones. Los momentos más duros de nuestra vida son aquellos donde se nos coloca delante nuestro una elección donde hagamos lo que hagamos salimos perdiendo de algún modo y no sabemos evaluar cual es la que a la larga nos será más beneficioso. En esos casos, conviene alejarnos un poco y respirar, tomar aire, despejar nuestra mente y cuando estemos preparados, pensar friamente en el tema. Los sentimientos arrastran mucho, y a veces nublan nuestra capacidad de elección. Pero a veces la elección hay que hacerla con el corazón, dejando atrás consideraciones más intelectuales. ¿Dónde está el equilibro pues? quien consigue dar una solución a este problema, puede considerarse una persona sabia. Los demás, solo podemos tomar la elección que más correcta nos parece y aprender de nuestros errores.
jueves, 5 de agosto de 2010
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