Dos personas se turnaban excavando un hoyo en un terraplén. La primera persona era un hombre sufridor, trabajador, que ponía todo su empeño en encontrar el objeto que se hallaba enterrado en aquel punto porque le pertenecía. La segunda persona era una mujer que solo ayudaba por interés, para apropiarse de él, así que no ponía energia ni ganas, y dejaba que el otro se cansara más de la cuenta y lo relevaba más por cortesía que por cualquier otra cosa. Así fueron pasando las horas, y cada vez la situación era más tensa cuanto más crecía la sensación de acercarse a la profundidad donde se encontraba aquel tesoro. Ahora aquella que queria aprovecharse, se pasaba más tiempo cavando dado que el grueso del trabajo lo había hecho el otro, y solo se dejaba turnar cuando se desesperaba y en cuanto descansaba un poco volvía a poner manos a la obra. Tanto es así que al final fue ella la que encontró una pequeña caja metálica y enseguida se la apropió. El hombre, queriendo recuperar lo suyo le habló pidiéndole su devolución, incluso la compartición de lo que había dentro. Ésta le increpó con duras palabras retándole a que se lo arrebatara, que ella lo había encotrado y que era de ella. Así que la mujer salió corriendo con la caja en las manos y la abrió. Cual fue su sorpresa al ver qué había dentro: roto, seco, marchito, ajado. Se paró en seco, cerró la caja y la tiró al suelo y le dio una patada hacia donde venía el hombre que tenía una cara de auténtico terror ante lo que veía. La mujer se alejó soltando improperios y maldiciones y el hombre mustio se arrodilló ante la caja. La abrió. Estaba allí, más destrozado incluso que la última vez. Cogió la caja pensando que aún podía arreglarlo y se iba a ir a buscar alquien que pudiera ayudarle cuando volvió a ver el perfíl de aquella mujer alejándose en el horizonte y se lo pensó mejor. Volvió a la zanja, como había hecho antaño otras veces y cavó un poco más. Cuando el cansancio y el dolor no lo dejaron seguir metió la caja en el fondo. Descansó, tomó aliento y volvió a mirar al fondo para observar una vez más aquel objeto que tanto quería. Empezó a echar tierra y así estuvo mucho tiempo hasta rellenar todo lo que antes había echado fuera, debido al cansancio, al dolor y a una nueva sensación de vacío que le surgía del pecho. Desconsolado, dio media vuelta y echó a andar hacia un camino que no sabía donde le iba a llevar. Y así es como una vez más aquel hombre que marchaba por la vida abatido se despidió por última vez de su corazón.
sábado, 20 de febrero de 2010
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2 comentarios:
Muy poético. Muy bonito. Me lo he imaginado con muñequitos tipo Tim Burton. ;)
Se titula pesadilla después de navidad XD
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