Desconsolada cerró los ojos y se aferró a la realidad. Había salido de aquel dulce sopor, de aquel pequeño amor de verano, de aquella nueva alegría que le había nublado la mente y la había hecho albergar nuevas esperanzas. Habían sido días felices, más no fáciles. Algunas cosas no encajaron desde el principio, pero había otras que compensaban con creces. Había sido un tiempo de compartir, de soñar, de amar... pero también de reñir. Y cuando ya se estaba acostumbrando a sus manías y a sus problemas le llegó el zarpazo. Aún no comprendía como todo lo que había sentido había sido solo en una única dirección, no podía pensar siquiera que todo lo que él le había dicho que sentía podía ser tan falso... no, sabía que ciertas cosas habían sido verdaderas, pero no comprendía por qué habían dejado de ser válidas cuando antes funcionaban tan bien. Así es la vida, se decía, no queda otra que seguir adelante. Sin saber realmente qué hacer, para distraerse cogió el libro que había abandonado hacía ya tanto tiempo, se acomodó en el sillón y se dispuso a leer:
...Cuando se acaba el diálogo y el silencio se apodera de tu tiempo y de tu espacio es cuando sin quererlo te das cuenta de la verdad de las cosas. Es entonces cuando el silencio atronador te abre los ojos y pone ante ti esa verdad que nunca quisiste ver. Y justo en el momento en el que tus ojos se abren a ella, te das cuenta de lo doloroso que puede llegar a ser un instante de lucidez. ¿Será por eso por lo que el amor es ciego y la lucidez duele?...Cerró el libro y empezó a llorar. Era cierto, ahora todo empezaba a encajar. No hay nada como el tiempo para que cada cosa termine encajando en su sitio. Ahora podía ver qué había pasado y cómo, la secuencia de hechos, por qué había ido todo decayendo. Ahora lo comprendía, ahora se comprendía, ahora comprendía todo. Por un momento deseó volver a estar en ese sueño de nuevo. Se quitó ese pensamiento de la cabeza y aceptó el hecho de estar despierta y viva. Si, la diferencia con el sueño era el dolor que podía sentir, que vivificaba y a la vez torturaba, pero sabía que era real y no lo que su cabeza aún quería creer, lo que se empeñaba en justificar, no los argumentos que él esgrimía para salvarse y echarle la culpa a los demás. Miró el libro largamente, pasó sus dedos por el lomo y por las letras en relieve de la portada: amor y lucidez. Corazón y cabeza, nunca juntos, siempre peleados. Aún así pensó que era lo mejor, que pronto encontraría algo que llenara el hueco que le habían dejado, no un parche ni un remiendo, sino algo que se intergrara y volviera a dar sentido a lo que una vez lo tuvo.
El texto citado ha sido robado del blog Un lugar íntimo, abierto al mundo y me ha inspirado el relatillo. Dedicado a todos aquellos que han pasado por una decepción en su vida.
6 comentarios:
Mi querido Manolito, muchísimas gracias por este bello detalle :)
Si me pudiese teletransportar te daría un abrazo enorme y un beso en persona, pero como aún no lo han inventado y ya sabes que no puedo viajar en avión te los envío de manera virtual.
SSSMMMMUUUUAAAACCCC!!!!
Gracias!!!!! :)
¡De nada vecina!. Aunque seas de la isla de enfrente se te tiene estima :P. Tonterías aparte, me alegro de que te gustara :) y tira palante y deja el pasado atrás.
Me ha gustado el relato. Y como estoy en el grupo de las que alguna vez ha sufrido una decepción, gracias por la dedicatoria.
Un beso.
Me gustó leerte
Besos
¿Y quién no ha pasado por un desengaño o una decepción? Pero lo importante es tirar siempre hacia delante, que al final todo se supera :-D Besos!!!
De nada, lo importante es repetir lo menos posible!
Bienvenidas por aquí Pilar y Cantares!
Claro que si Vicky ¡¡y más teniendo amigas como tu al lado!!
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