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Silencio. Tranquilidad. El frío hace tiempo que dejé de sentirlo, solo un inmenso remanso de paz inunda mi espíritu. ¿Quién hubiera dicho que esto era así? al principio estaba agobiado, tenso, luchaba contra algo que era inevitable. Desde que me caí al lago helado sabía cual era mi destino. Tonto de mi pensé que aún podía escapar a el. Pero una vez aceptado... cuan diferentes son las cosas. Qué belleza más singular, que extrañeza que lo encuentre todo tan bello. Sobre mi cabeza veo el pálido reflejo de un mundo que dejo atrás. Las hojas secas que el viento arrastró desde la arboleda y que ha ido diseminando por encima del frío y duro sepulcro en el que me hayo le dan un toque pintoresco. Como si estuviera mirando un charco sobre el que se refleja todo, pero al revés. Me siento omnipotente, como si yo dominara el ancho mundo que se divisa desde este fondo transparente, como si yo fuera parte de todo. He dejado de ser yo mismo, he dejado de ser un ente separado, aislado. Me fusiono con mi entorno y dejo de ser yo. Me voy. Hasta nunca.