Y aprovechando el intermedio de House, llega una nueva entrega de esta serie. Para poder seguirla es preciso haberse leído los tochos anteriores: investigando el incendio de la casa de la mujer de rojo, carta desde la carcel de un detective desesperado, ¡A por la fotógrafa misteriosa!, Amigos, enemigos, confidentes, aliados..., Y el loro puso las cosas en su sitio y Dilema sobre el secuestrador enmascarado.
Interesantes se ponen las cosas ¿verdad? ¿qué nos deparará el próximo capítulo de la saga? nos vamos acercando a la conclusión y esto cada vez es más complicado. En fin, si alguien quiere colaborar, ya conocen los cauces habituales :D (o si alguien quiere que su personaje no se quede encasillado, cojo y metido en una jaula, por ejemplo).
¡jarl, que fallo! ¡eso me pasa por publicar medio dormido! Antes que nada, agradecer la colaboración de ..., que por estos lares conocemos cariñosamente como la becaria, sin cuya ayuda este capítulo no hubiera salido, al menos de la forma en que lo ha hecho, y nunca de manera tan buena como salió. Espero que se me disculpe este lapsus (por favor :_(, es que empezaba House e iba a publicar a contrareloj) .
Y colgué el teléfono. Estaba sonriente, contenta por aquella llamada. Había conseguido un nuevo trabajo, y sin necesidad de que papi moviera un dedo, por mi propio esfuerzo y dedicación. Eso significaba que ya no tendría que aguantar más a esa jefa que me destrozaba los nervios. Me tenía que incorporar inmediatamente al nuevo trabajo y decidí que mi último día en aquella empresa iba a ser memorable. Quizá nunca más pudiera trabajar allí pero estaba segura de que no me olvidarían.
Estaba la jefa, que me había hecho la vida imposible desde el primer momento. También aquel redactor que me censuraba los contenidos y ése compañero que me dejó tirada una vez, justo el día que el detective me siguió hasta la redacción. También estaba la embajadora de Chiquitistán. Todos ellos se acordarían de esta becaria por lo mal que lo había pasado por su culpa. ¿Debería añadir a la lista al detective que tiró el café por encima de todo mi trabajo? No, ése ya tenía bastante con lo suyo. Además, si la embajadora no le hubiera empujado, aquello no hubiera sucedido. Aunque por lo de mirarme el escote en la parada, las amenazas y sus métodos de matón de barrio debería hacerle sufrir un poquito. Sin embargo me di cuenta en seguida que el pobre estaba desesperado. Si en lugar de ser una guapa y atractiva jovencita hubiese sido una vieja fea, bigotuda y con chepa, seguramente hubiera actuado igual (bueno, menos en lo de mirar descaradamente; eso es porque era un viejo verde y se le veía muy necesitado... pero tampoco me molestó demasiado que lo hiciera, pues con la de mujeres interesantes que debía de haber conocido, en el fondo me resultó bastante halagador).
Sabía de sobra que mi jefa y la embajadora tenían negocios chungos. Y también sabía a quién acudir para obtener ese tipo de información. Decidido: iría a visitar a mi padrino esa misma tarde.
Siempre me había preguntado por qué mi padre había elegido como padrino a alguien así. Cuando la gente le preguntaba, siempre contestaba que no me acordaba de quién era mi padrino, porque sabía que nadie creería que era la ahijada de un capo de la mafia. Y mucho menos si decía que éste era un loro.
No nos vemos mucho pero los dos somos igual de retorcidos y tenemos el mismo mal carácter. De vez en cuando, intercambiamos favorcillos. Yo aprovechaba la situación privilegiada del loro para conseguir ciertas informaciones y el loro aprovechaba la presencia de su ahijada en los medios de comunicación para que ciertas informaciones salieran o no a la luz. Más de una vez estuvieron a punto de echarme a la calle por haber estropeado alguna foto, haber cambiado alguna frase o haber alterado algún titular a última hora. Quizá por eso estaba la redactora jefa siempre tan cabreada conmigo, aunque no hiciera nada, porque no podían despedirme; ella se vengaba no contratándome.
Ciertamente, parecía que me debería ir mejor con semejante parentela (estar trabajando como Dios manda y esas cosas) pero mi padre siempre decía que debía ganarme a pulso mi entrada en la redacción y, por lo visto, la redactora jefa se había tomado muy en serio aquellas palabras. De todas formas, no quería tener mucho contacto con él porque temía que me cogiera cariño y convertirme en la heredera de su negocio (y no precisamente la tienda de aves exóticas). Y yo quería hacer honor a los consejos de mi padre. Quería alejarme de ese mundo de tráfico de armas, trata de loras, drogas y prostitución. Había visto mundo y no era ése el que realmente quería. Y ahora había surgido por fin la oportunidad de emanciparme y empezar a vivir mi propia vida.
Decidí coger un coche de la empresa a nombre de la jefa para ir hasta la tienda. Como excusa, dije que iba a hacer unas fotografías para ilustrar el reportaje de la plaga de topillos. Si le pasaba algo al coche (que le pasaría y no sería algo bueno precisamente), toda la culpa sería para la jefa y a mí no le podrían decir nada porque ya no trabajaba allí.
Aparqué el coche enfrente de la tienda, con cuidado de golpearlo bien fuerte contra una farola. La abolladura se unió a las alfombrillas llenas de barro (cortesía de mis botas Coronel Tapiocca y un paseo por un jardín recién regado), los agujeros de quemaduras de cigarrillo en la tapicería (gracias a mi amigo el fumeta de la esquina) y el cristal hecho añicos, los rayones y golpes que me hicieron los de la manifestación de la esquina cuando los denigré con una sonrisa en la cara mientras pasaba... y alguna cosilla más que aún estaba pensado. Total, sabía cómo quería que acabara el coche, pero la diversión y el placer que me supuso cada una de esas cosas ya no me los quitaba nadie.
No me llegué a bajar. Buscaba el mejor sitio donde tirar el mechero encendido (la mejor opción siempre me pareció la guantera, con aquellos documentos tan jugosos que tenía la redactora dentro) cuando vi al detective salir de la tienda hacia la izquierda y huir corriendo hacia la derecha. Me extrañó verle salir de allí y decidí perseguirle, arrancando el coche en el acto. No sabía muy bien por qué pero algo me decía que tenía que seguirle. Nadie va hacia un lado y sale corriendo de repente hacia el otro sin venir a cuento. Y menos saliendo de donde salía Me había dado esquinazo en aquel cruce pero no se le iba a escapar. Pensé en coger la calle por la que había salido corriendo pero era dirección prohibida y, de todas maneras, me daba tiempo a dar la vuelta a la manzana, pues no había tráfico.
Justo cuando iba a enfilar la calle por donde él vendría corriendo, se me adelantó un coche y, para mi sorpresa, pude ver a su conductor: era la mujer de rojo. La reconocí inmediatamente, pues había tenido que hacer varios reportajes sobre ella. Tuve la impresión de que las dos perseguíamos el mismo objetivo. Cuando la mujer alcanzó al detective, se tapó la cara y abrió la puerta para que éste subiera. Seguí al coche de la mujer de rojo y salimos de la ciudad.
Nunca había conducido tan rápido, y menos por una pista de tierra, lo que hizo que al final terminara perdiendo a la mujer de rojo tras algunos recodos y casi me paso de largo el sitio donde el detective yacía oculto. Sólo me percaté de su presencia por las huellas que el coche de la mujer de rojo había dejado al salir haciendo rueda del terruño, que me hizo bajar a ver por qué había parado y seguir sus huellas por el descampado hasta detrás del árbol.
Cerca estaban unas vías abandonadas que terminaban en lo que en otros tiempos fue un puente por el que pasaban los trenes. Si no me equivocaba, fue allí donde hubo aquel accidente tan grave en el que murieron muchas personas. Había visto las imágenes en el archivo fotográfico del periódico. Pensé con deleite que era un lugar estupendo para despeñar el coche de la empresa y cargarle el marrón a la jefa. Antes, tendría que llamar a alguien para que fuera a recogerme y asegurarme de que el detective no diría nada de lo que estaba haciendo. Empezaría por preguntarle qué hacía en la tienda de aves. Ya sabía perfectamente que lo que hacía el detective en aquel lugar no podía ser tan inocente como destrozar un coche ajeno por venganza.
Detective - ¿Qué haces aquí?
Becaria – Te he seguido. ¿Qué hacías tú en aquella tienda?
Detective – Quería comprar una pareja de agapornis
Becaria – A mí no me engañas. Sé que hace años que esa tienda no vende ni un solo pájaro
Detective - ¿Por qué sabes eso?
Becaria – Lo sé y punto
Detective - ¿Por qué me persigues? ¿Vienes a vengarte?
Becaria – Me lo he pensado mejor pero no lo descarto. Necesito información. Y tú me la vas a dar
Detective – ahora mismo no estoy en disposición de escapar de ti, aún estoy medio confuso y aturdido por la droga.
Becaria - ¿La mujer de rojo te drogó? Pensaba que estabais compinchados...
Detective - ¿Entonces por qué lo de acusarme y encerrarme en la carcel?
Becaria – Ejem... creo que te puedo contestar a eso pero no puedo decirte cómo lo sé ni por qué tengo esa información. Si lo hiciera, tendría que matarte.
Detective – Jeje. Pues yo ahora no estoy en disposición de intentar sonsacarte nada. Perdona por lo que pasó en tu trabajo. Sólo quería corroborar algunas hipótesis que me rondaban por la cabeza.
Becaria – Sólo me usabas, como has hecho con mucha gente desde que eres detective. Deberías saber que muchas veces, por tu culpa, hay gente de tu alrededor que ha sufrido.
Detective – Yo... yo... vaya, lo siento. ¿He de deducir por tus palabras que hay alguien cercano a ti a quien he hecho daño?
Becaria – No serías capaz de hacerlo y seguir vivo, créeme. Sé de buena tinta que algunos de tus soplones están sudando sangre en estos momentos. Sabes que hay muchos tipos de ralea y no todos los hombres que se dedican a hacer maldades merecen ciertos castigos. Sin embargo, sé algunas cosas que quizá te puedan interesar. En la cárcel hay un elemento con el que tienes alguna relación...
Detective – Te refieres a Drenas... pobre, acabará muerto como los otros
Becaria - ¡Que no están muertos! Sólo están recibiendo las atenciones de un maestro chino de la tortura (¿te he comentado que es por tu culpa?). Sobre el tal Drenas, no te preocupes por él. No le pasará nada de nada.
Detective - ¿Cómo? ¿Quieres decir que me la ha estado jugando todo este tiempo? ¿Acaso tiene alguna clase de inmunidad?
Becaria – Es todo un montaje para cuando te pillen, que lo harán. Y estoy aquí para evitarlo y, de paso, hacerte algunas preguntas.
Detective – Un momento... ¿tu tienes relación con...
Becaria - ¡Calla! Recuerda que tendré que matarte. No te conviene saber
Detective – Pues sólo me queda pedirte que me preguntes
Fueron caminando hasta el puente y lo examinaron de arriba abajo, mientras hablaban. Durante horas, estuvieron hablando. Primero las preguntas de la becaria, respondiéndolas con cautela primero. Luego, el detective fue sincerándose cada vez más, contándole todos los hechos relativos al caso. Después, siguió con sus teorías de por qué querían eliminarle. La conversación se fue haciendo cada vez más profunda, más apasionada, más...
Pero la conversación quedó interrumpida por la sirena de un coche de policía. La becaria se puso blanca como la cera, el detective se levantó rápidamente y ambos se miraron. ¿Sería la jefa de la becaria, que había descubierto los planes de la chica? El detective tomó una rápida resolución y escondió a la becaria entre los matorrales y salió huyendo con el coche. Al momento, los policías aparecieron y persiguieron al coche que acababa de darse a la fuga.
La becaria se ajustó la blusa que con el ajetreo se había salido de su sitio. Una lágrima surcó su cara. “Quédate aquí, me ayudarás mejor si no descubren que tú vas por libre. ¡Usa tus influencias en la prensa si me cogen! ¡La verdad debe saberse!”. Pero ella sabía que todo el mundo la andaría buscando y que había salido persiguiendo al detective. No podría mostrarse en público porque la descubrirían. No podría confiar en sus amigos, tendría que ocultarse y mezclarse entre la gente. Lo único que la alegraba, pero ahora de manera triste, es que tenía una excusa buenísima para explicar lo que le había pasado al coche.
Sólo disponía de la manta de la mujer de rojo para pasar aquella noche, que prometía ser muy larga. Pero había un detalle que el detective no había visto: colgada de un imperdible, había una llave.
Continua en: Detectivator II: el juicio final (primer round)
Interesantes se ponen las cosas ¿verdad? ¿qué nos deparará el próximo capítulo de la saga? nos vamos acercando a la conclusión y esto cada vez es más complicado. En fin, si alguien quiere colaborar, ya conocen los cauces habituales :D (o si alguien quiere que su personaje no se quede encasillado, cojo y metido en una jaula, por ejemplo).
¡jarl, que fallo! ¡eso me pasa por publicar medio dormido! Antes que nada, agradecer la colaboración de ..., que por estos lares conocemos cariñosamente como la becaria, sin cuya ayuda este capítulo no hubiera salido, al menos de la forma en que lo ha hecho, y nunca de manera tan buena como salió. Espero que se me disculpe este lapsus (por favor :_(, es que empezaba House e iba a publicar a contrareloj) .
13 comentarios:
¿No tenías gripe, Mr.Blogger? Hostias, ahora no me lo puedo leer, mañana vengo otra vez. Quiero salir de dudas, ¿muere Drenas por fin?
En fin, lo dicho.
No troglo, al final no muero y si que salgo, que biennnn!!
Esto cada vez es más culebrón, al final ha quedao bastante chula esta entrega aunque se echa en falta un desnudo de la "guapa y atractiva jovencita"(no tenemos abuela ehh) pero bueno lo soportaremos.
Tenéis mi bedición. Id en paz.
¡Fíjate, qué pequeño es el mundo! Un aplauso para la becaria, de nuestra parte.
Lo complicado va a ser cerrar esto, porque ya es la leche de complejo. Yo creo que quedaría muy interesante si saliera yo todo el rato.
Abrazos.
Yo estoy deseando saber el final. De verdad que no sabría por dónde cogerlo a estas alturas. Creo que quedaría más interesante si en el capítulo final saliese yo en vez de Troglo.
Por cierto...¿el amigo fumeta de la becaria no es Drenas? Tiene toda la pinta ¿eh? ¿No decíais que no salía?
Para la gripe se aconseja una buena taza de leche caliente con coñac antes de acostarse. Pero creo que al subir (ejem, solo un poco) la dosis de coñac retrocedí en el tiempo hasta los días pre-gripe o algo así...
El amigo fumeta no es Drenas, es el que le vende a Drenas. Y nadie ha dicho que al final Drenas no muera, solo que por ahora no lo hace :D. Además, todavía estoy dándole vueltas a la manera en que Drenas deseaba morir y no me acaba de encajar del todo con la historia...
Por cierto Mamen, te referiras a tu personaje, no a ti... ¿o quieres salir tú y poner orden en todo el sarao este? :D
No no, hablaba del personaje, ¡claro!. A ver qué pinto yo en ese tinglao, jaja.
¡Eh! que lo de joven, guapa, atractiva, etc. fue cosa de mr. blogger, en mi post original había menos autobombo y menos protagonismo histriónico de la becaria.
Voy a seguir currando.
Eso eso, ahora echame a mi el muerto. Ni que te hubiera sacado mal o algo...
No te quejes, que te hacemos los post :P
¡¡¡Quiero irme a casa!!!
No me quejo, faltaría más. ¡Y encima encantao, que son mejores que si los hiciera yo solo!
entonces perdona becaria, creía que lo habías escrito tú y no el degenerado de mrblogger.
Eso mrblogger a quejarte al parque, que deberías pagarnos un sueldo por la labor que hacemos.
Atentamente Drenas
No nos paga, nos hemos convertido en sus becarios...
Estooo becaria, no le des ideas raras al Drenas, que tiene una imaginación muuuuy fértil...
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