El trozo de cielo raso que se podía observar a través de la claraboya que iluminaba mi habitación era como un mundo de fantasía e ilusión por el que mis sueños volaban para escapar de los agobios de la rutina cotidiana. Por allí veía pasar todo tipo de cosas reales e imaginarias, todo tipo de formas caprichosas surgidas de las nubes y moldeadas por mi imaginación. Era todo una ventana al más allá, al ansiado exterior, la libertad, el desanso, el puro placer de la tranquilidad y el sosiego, el sordo ruído del vacío provocado por el doble acristalamiento no era más que el reflejo de todo aquello que sabía que fuera no había, pero que dentro no conseguía. Desde mi cama veía cosas en silencio y las imaginaba en silencio, puras, prístinas como el agua clara de un arroyo, cuyo murmullo creía escuchar mientras esos pensamientos inundaban mi mente con esa fresca sensación. Los ahogados ruídos que llegaban a través de la puerta de mi habitación me recordaban todo aquello de lo que huía y el por qué huía. Deseaba salir de allí, ir a buscar mis sueños, escapar por aquella claraboya hasta un sitio donde por fin pudiera ser yo y nadie más que yo el que controlara mi destino y el que guiara mis pasos, sin depender de otros, donde pudiera hacer de mis hobbies cosas de provecho y no verme obligado a ser un mero instrumento para otros. El trozo de cielo raso que se podía observar tenía un tono azul que siempre me resultó agradable por el día y un oscuro inmenso moteado por brillantes motas de luz de noche. Quizá de noche me gustaba incluso más, porque el silencio era real y el ambiente más limpio y tranquilo. Me gustaba porque la estupidez humana se iba a acostar y me dejaba en paz con mis pensamientos, con mis sueños, con mi vida.
domingo, 5 de febrero de 2012
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1 comentarios:
Me gusta :-D
En serio, os quiero un montonaco a los dos!!!!! Besitos!!!!!!!!!!!
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