Pruébame blogger!

Esos momentos en los que ebrio de dolor, real o imaginario, presente o inventado, te desesperas porque has perdido el norte, porque no sabes como luchar contra la rabia que te invade, porque te lamentas de lo que te ha deparado el destino; azar jugando a los dados, doble tres sobre el tapete: ira, fuego, venganza... vergüenza, autodesprecio y arrepentimiento. Dos caras de una misma moneda, una baraja de emociones, una misma persona, muchas formas de reaccionar distintas según su entereza, lucidez y ánimo. Reacciones desmesuradas ante el más leve indicio de falta, cariño y comprensión ante los más duros hechos... quien podría decir que solo una fina linea divide al humano de la bestia, el ser racional y el emocional, la frialdad y el instinto. Tan pronto enciende la llama como con el tiempo se consume y se enfría. Y entonces es cuando uno es capaz de mirar atrás y darse cuenta de sus errores. Pero ya es tarde, y no hay disculpas que valgan: el daño ya está hecho. Las cosas se curan con el tiempo, pero el tiempo perdido no se recupera. El tiempo que derrochamos en vano por no perder dos segundos asegurándonos de las cosas antes de que la llama nos posea. El tiempo que luego echamos de menos cuando llega el ocaso y acaba un nuevo día.