Pruébame blogger!

Llegamos cansados tras un día ajetreado, cada uno por sus cosas, ya intentando olvidarlas y dejarlas atrás. Al fin estábamos juntos. Comentamos lo ocurrido durante el día, nos mirábamos de reojo, sonreíamos, nos besábamos ocasionalmente, con ternura. Dimos un paseillo y pronto volvimos al coche, que se hace tarde y mañana hay que levantarse temprano y me acercaste a casa. Una vez allí, sentado en la cama, volví a sumergirme en nuestro retrato, en tus preciosos ojos, en tu bella sonrisa, en tu boca y en tu pelo, volvieron a entrarme recuerdos de aquellos días que pudimos vivir juntos. Realmente el ratito que pasamos juntos fue pura nostalgia, fue el cumpleaños que no pudo ser, los momentos que no pudimos compartir, condensados en breves instantes de intercambio de miradas cuando lo que queríamos era haberlos compartido de otra manera, con más tiempo, sin agobios. Dejé el portaretratos sobre la mesa y me puse cómodo. Antes de ver el libro quería quitarme de encima todo pensamiento, quería dejarme emocionar por tus palabras, volver a sentir que estabas junto a mi recitándomelas. Me armé de valor y abrí la portada y al fin me puse a leer la dedicatoria. Y lo que me encontré fue lo bueno que me das tu: simpatía, un poco de descaro, alegría, amabilidad, sueños, deseos y esperanzas. Y pensé para mi: realmente las casualidades no existen. Llegué a ti tras un árduo camino, me tropecé contigo unas cuantas veces, pero aún no era nuestro momento. Éste llegó como por casualidad, poquito a poco pero con fuerza. Fue un vendaval que nos arrastró hasta que casi sin darnos cuenta estábamos juntos, y pese a que los vientos intentaron y aún intentan interponerse entre nosotros, una vez bien agarrados el uno al otro ya no hay fuerza que pueda separarnos. Hoy comienza una nueva etapa, hemos recorrido parte del camino juntos y ahora más unidos que nunca empezamos a mirar al futuro en los ojos del otro. ¿Dónde nos llevará? no lo sé. Sea a donde sea, quiero que vayamos juntos.