Pruébame blogger!

Palabras que se entrecruzan formando asociaciones imposibles, fruto del más puro azar, fruto de la más pura casualidad pero unidas de forma que encajen unas con otras. Uno llega a pensar que no hay tanta casualidad, que se juntan para poder formar un todo, para poder llenar las casillas en blanco, ese blanco que simboliza el vacío, el vacío que tanto aberra la naturaleza. Las cruzadas son como trocitos de pensamientos, entremezclados unos con otros, como nuestras propias cabezas dándole vueltas y vueltas a los temas del día y los que arrastramos de momentos anteriores, las ideas que pugnan de manera caótica por resultar más atractivas o relevantes, de surgir de nuestra imaginación o de nuestro cuadrado intelecto. Nos encanta clasificarlo todo, igual que en las cruzadas: por número de letras o guarismos, por orden alfabético, por relevancia o incluso sustituímos las palabras por imágenes representativas. Todo descontrolado de una manera loca esta nuestra memoria relacional y selectiva, combinando un bombardeo continuo de emociones y estímulos sensoriales y a la vez buscando un orden sobre el que apoyarnos y dar alguna base sólida al torrente que nos ruge dentro. Todo para acabar colocando cada cosa en su sitio y terminar en paz con la dichosa cuadrícula repleta, formas geométricas y laberínticas donde se entrelazan y cruzan las palabras, casi como en nuestra cabeza, casi como nuestro pensamiento. Lo más divertido e irónico de todo es que las cruzadas como muchos otros pasatiempos los usamos para relajarnos y pasar el tiempo (valga la rebuznancia) y en realidad lo que está pasando es que estamos estimulándonos hondamente sin darnos cuenta. Como en la vida misma.