Aquel muchacho iba caminando por la calle distraido, mirando las cosas que le iban llamando la atención por allí por donde iba pasando, como siempre, despistado y meditabundo. Como todos los días al pasar por la esquina aquella, y miraba el portal donde ella tenía su piso. Iluso, esperaba verla en el portal aunque solo fuera de refilón, aún a sabiendas de que no la vería. Sabía que sería una estupidez por su parte, pero anhelaba volver a mirar sus vivos ojillos canelos. No como antaño, o quizá si, pero al menos poder disfrutar de su tierna sonrisa aunque solo fuera una última vez.
Pensando estas cosas se le iluminó la cara unos instantes, justo lo necesario para que su cabeza le recordara el por qué ya no la veía. Una mueca de dolor cruzó su rostro y la alegría que durante un momento luchó por liberar su corazón de tristezas dio paso a la melancolía. Todo fue un quiero y no puedo. Ofreció una amistad envenenada de incomprensión y eso fue lo que recibió a cambio. Recordó como intentó por todos los medios posibles arreglar las cosas terminándolas de fastidiar, como alguien en una habitación a oscuras que a tientas busca una salida y lo que hace es tirarlo todo a su paso.
Cabizbajo se hundió aún más en estos pensamientos cuando de repente se topó con algo. Más bien con alguien. Levantó la mirada del suelo y sobresaltado se encontró con ella. ¡Hola! ¿que tal estás? le saludó. Con una mezcla de sorpresa y alegría pero sin palabras en su boca, se quedó mirando un rato sin saber que hacer ni que decir. ¡Venga tonto! ¡ni que hubieras visto un fantasma! le dijo con picardía. Y el chico pensó efectivamente podía serlo, puesto que cada vez que la veía sentía que podría ser la última.
La veía igual, pero a la vez cambiada. Su cuerpo, sus manos, su cara, todo tal y como lo recordaba, pero ahora era otra. Había crecido, no por fuera, sino por dentro. Era más madura, más sabia. Los golpes que la vida reparte habían dejado huella; era más dura pero a la vez más vulnerable. Había aprendido a ser fría, pero por dentro seguía necesitando calor. Se alejaba del dolor y del sufrimiento, pero seguía sin poder vivir sin sentirlos. El chico lo podía adivinar, porque en cierto modo se veía a si mismo, del mismo modo que nunca pudo adivinar sus pensamientos y sentimientos cuando realmente lo había necesitado.
Los dos se alejaron charlando de sus cosas por primera vez en mucho tiempo, pero ambos tenían la firme convicción de que esta sería la última vez. Aún así, el chico todavía tenía alguna esperanza de volver a tener su amistad. El papel de simples conocidos le sabía a poco, pero sabía que tras todo lo que había pasado quizá no pudiera aspirar a más.
Pensando estas cosas se le iluminó la cara unos instantes, justo lo necesario para que su cabeza le recordara el por qué ya no la veía. Una mueca de dolor cruzó su rostro y la alegría que durante un momento luchó por liberar su corazón de tristezas dio paso a la melancolía. Todo fue un quiero y no puedo. Ofreció una amistad envenenada de incomprensión y eso fue lo que recibió a cambio. Recordó como intentó por todos los medios posibles arreglar las cosas terminándolas de fastidiar, como alguien en una habitación a oscuras que a tientas busca una salida y lo que hace es tirarlo todo a su paso.
Cabizbajo se hundió aún más en estos pensamientos cuando de repente se topó con algo. Más bien con alguien. Levantó la mirada del suelo y sobresaltado se encontró con ella. ¡Hola! ¿que tal estás? le saludó. Con una mezcla de sorpresa y alegría pero sin palabras en su boca, se quedó mirando un rato sin saber que hacer ni que decir. ¡Venga tonto! ¡ni que hubieras visto un fantasma! le dijo con picardía. Y el chico pensó efectivamente podía serlo, puesto que cada vez que la veía sentía que podría ser la última.
La veía igual, pero a la vez cambiada. Su cuerpo, sus manos, su cara, todo tal y como lo recordaba, pero ahora era otra. Había crecido, no por fuera, sino por dentro. Era más madura, más sabia. Los golpes que la vida reparte habían dejado huella; era más dura pero a la vez más vulnerable. Había aprendido a ser fría, pero por dentro seguía necesitando calor. Se alejaba del dolor y del sufrimiento, pero seguía sin poder vivir sin sentirlos. El chico lo podía adivinar, porque en cierto modo se veía a si mismo, del mismo modo que nunca pudo adivinar sus pensamientos y sentimientos cuando realmente lo había necesitado.
Los dos se alejaron charlando de sus cosas por primera vez en mucho tiempo, pero ambos tenían la firme convicción de que esta sería la última vez. Aún así, el chico todavía tenía alguna esperanza de volver a tener su amistad. El papel de simples conocidos le sabía a poco, pero sabía que tras todo lo que había pasado quizá no pudiera aspirar a más.
16 comentarios:
Me ha encantado Mister.
¿26 es el numero de portal de ella?
Si, más o menos viene a ser eso. O no.
Joper !!! Esta entrada si que me ha parecido preciosa en todos los sentidos y me ha recordado a cuando conocí al chico que salve y me toco vivir ese "quiero y no puedo".
Si mañana volviera a saber de él, fijo que reaccionaba como el protagonista de tu entrada de hoy, pero a día de hoy me tengo que conformar con los buenos recuerdos que guardo de él y sonreir porque sucedio.
Me ha salido la vena nostálgica y melancólica al leer esta entrada tan bonita.
Miles de besitos y cuídate mucho.
Te veo reflexivo, Mister. Debe ser el tiempo, lluvia y viento. Aunque seguro que por allí hace sol.
Abrazos.
Siempre me sorprendes Mr. Algunas veces reflexivos, otras irreverente, eres como un espejo con mil caras.
Al menos, nadie se aburrirá contigo
Un abrazo enorme
Rampy
Chica de cristal, me alegro de que te haya gustado, espero no haber removido nada demasiado duro para ti.
Troglo, todo no van a ser entradas disparatadas y absurdas, de vez en cuando hay que poner algo con más contenido.
Rampael, hay muchas formas de aburrirse de las personas, y a veces resultar sorprendente no ayuda.
Muy bonito Míster ;-)
oooohhh
eso nos pasa a todos jejeje
me ha gustado la imagen del final!!!
Jo, gracias Mamen. Ni que estuvieras comprada o algo ;).
Esther, si nos pasa a todos... ¿por qué no haces nada para cambiarlo? ¡Oh ser supremo, bendícenos tocándonos con tus sagrados apéndices tallarinescos! ¡Ramen!
(perdón, me he equivocado, que eso es de los pastafaristas, no de los esthericistas)
26...los años de su mirada
26...las veces que soñó con besarla.
hoy el tiempo ha pasado pero él ilusionado,
continúa pensando en su abrazo, en su sonrisa , en cada uno de los momentos vividos,
y a pesar de despedirse, seguirán siendo amigos,
y a pesar de esa amistad,
él en silencio, nunca la dejará de amar...
besos mr
ronini el culo
Jajaja, Ronini, me has dejao sin palabras una vez más. Tienes mágia en las manos cuando te pones delante del teclado.
Oh por Dios, hasta yo me siento melancólica.
Mmm... es la primera vez que comento en tu blog mister, he querido hacerlo antes pero sólo he tenido el tiempo suficiente para leer las entradas.
Me veran comentando muy seguido por aquí.
Me siento como una ramita nueva de un árbol brotando entre todas las demas.
Bienvenida Nancy. Sientete como en casa.
Hola!!!
Pues yo espero que esta historia tenga final feliz
que ya estoy cansada de dramas y tragedias.
Quiero un final feliz!!!!!!!!!
Eso
así que Mr. ya sabes lo que hay que hacer ;)
Esta historia no tiene final, ni triste ni alegre. Está escrita como un punto y seguido...
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